La infame estrategia
LA POBLACIÓN civil albanesa de Kosovo es la principal víctima de esta guerra. Las manipulaciones informativas, tan habituales en Belgrado, no pueden hacernos olvidar esta realidad, cuya auténtica magnitud sólo se conocerá cuando se retiren las tropas y fuerzas paramilitares del régimen de Slobodan Milosevic. Su objetivo último no es otro que cambiar el mapa demográfico de Kosovo con la expulsión de la mayoría albanesa. Pero también utiliza a la maltratada población deportada de sus hogares para intentar desestabilizar a los países vecinos -Macedonia y Albania, ante todo-, crear fisuras entre éstos y la Alianza y provocar víctimas que minen la unidad del frente internacional al que se enfrenta.La oleada de refugiados llegada en los últimos días a las fronteras de Kosovo con Macedonia y Albania ha sido la mayor en varias semanas, con más de 15.000 albaneses kosovares expulsados de su país en menos de 48 horas. Entre ellos hay esta vez varios cientos de hombres en edad militar, de una población de más de 100.000 que se dan por desaparecidos. Su estado demuestra a las claras el trato recibido. Vejados, torturados, heridos y hambrientos, han llegado a la frontera contando unas experiencias terribles que ya nadie con un mínimo de buena fe puede poner en duda.
Esta nueva oleada demuestra algo por sabido no menos insoportable. Milosevic dosifica a su capricho la llegada de albaneses a las fronteras, así como la composición de estas largas columnas de seres humanos. Durante días cierra la frontera para crear situaciones de desesperación a ambos lados. De repente lanza oleadas de deportados hacia los países vecinos para desarbolar todos los esfuerzos y previsiones de ayuda humanitaria.
La comunidad internacional tiene la obligación de impedir que esta estrategia tenga éxito. En este sentido, es imprescindible redoblar la ayuda a Macedonia y Albania para afrontar una situación sin precedentes. El traslado de refugiados a terceros países fuera de la región se ha hecho imprescindible por puras razones de espacio. Pero debe seguir siendo la excepción. La regla debe ser mantener a los refugiados cerca de la tierra y los hogares que les pertenecen. No es descartable que tengan que pasar un invierno al menos en campos de refugiados. Hay que comenzar a construirlos y habilitarlos para el duro invierno balcánico. Para ello habrá que movilizar más recursos públicos y privados. Pero los Gobiernos deberían comenzar ya a explicar a sus opiniones públicas que nada resultará a medio plazo más caro para Europa que una hipotética victoria de esta estrategia de Milosevic, que utiliza a centenares de miles de seres humanos como moneda de cambio.
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