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Zedillo apela en California a la democratización y a la seguridad en la frontera

Juan Jesús Aznárez

El presidente Ernesto Zedillo concluyó ayer su viaje oficial a la mexicanizada California, la gira de mayor duración e importancia efectuada nunca por un gobernante mexicano, asegurando que la modernización política de su país no tiene marcha atrás y con una última parada en la ciudad de San Diego, justo en la frontera donde en los últimos cuatro años han muerto 395 compatriotas. Todos trataban de alcanzar, en condiciones meteorológicas o geográficas extremas, el próspero Estado sureño que agrupa a cuatro millones de mexicanos con la documentación en regla. "La estrategia de EEUU en el cruce fronterizo pone a los emigrantes en peligro mortal", advirtió Lourdes Arias, activista del Centro Pastoral Migratorio Scalabrini.No son gratuitos los honores oficiales dispensados a Zedillo en su visita de Estado a Sacramento, San Francisco o Los Ángeles, ciudad con el mayor número de mexicanos después de Ciudad de Mexico: los mexicano-estadounidenses constituyen una gran fuerza política en California. Una tercera parte de sus habitantes es de origen hispano, y la victoria electoral del gobernador Gray Davis en noviembre pasado fue atribuida en parte a su acercamiento con ese pujante sector social.

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Los mexicanos de EEUU centrifugan sentimientos diversos sobre la nación de origen; hablan inglés, español, o una mezcla de ambos en la mayoría de los casos; y quedan progresivamente atrapados en una compleja dualidad cultural.

Las reuniones con empresarios, financieros, inversionistas, y grupos periodísticos, tampoco son ajenas al viaje: el comercio bilateral sumó 22.000 millones de dólares (3,3 billones de pesetas) en 1997, un 76% más que en 1994, según datos oficiales. México importó de California, el pasado año, mercancías por 14.344 millones de dólares (2,2 billones de pesetas) y se convirtió en el segundo comprador del Estado. Protestas e insultos

Pero no todos fueron atenciones. Zedillo, que intervino ante el Congreso de California, escuchó las protestas de manifestantes que le insultaban y decían haber abandonado México por la pobreza, o hartos de las trampas y exclusiones del sistema cuya transformación prometió el presidente.

Otros protestaban contra la liberalización económica. Pedro Arias, con 40 años de residencia en California, comparaba al presidente que cedió la mitad de México a EEUU, tras la invasión del siglo XIX, y la apertura económica de Zedillo: "Este presidente continúa entregando el país a EEUU, a Japón o a quien sea", bramaba. El escritor Carlos Fuentes instaba a una decidida defensa de sus compatriotas en EEUU: "No merecen ni el mal trato, ni el prejuicio, ni la muerte, que a veces le son reservados al norte de la frontera". En San Diego, al lado de Tijuana, al otro lado de una divisoria de 2.000 kilómetros, casi todos sus habitantes hablan español porque casi todos son de México: cada día, 58.000 vehículos cruzan la aduana en viajes de ida y vuelta.

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El mismo recorrido que hizo Zedillo para prometer un progreso que evite la emigración hacia una vida más digna, y para defender a quienes se fueron y en padecen los rigores de la emigración.

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