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"EE UU te exige hacer activismo cívico"

La española Rosa Sugrañés recibe el premio al mejor empresario del año en Norteamérica.

MUJERESRosa Sugrañés tiene todo lo que gusta en Estados Unidos para llegar a la cima: es una emigrante forjada a sí misma, que empezó casi de la nada y con tenacidad, ética de trabajo y, muy especialmente, practicando ese concepto tan "genuinamente americano" del activismo cívico-social, ha construido piedra a piedra (literalmente) una de las mayores empresas de distribución de pavimentos y revestimientos cerámicos del sureste de Norteamérica.Veinte años después de llegar a Miami a sacar un master en economía que ni siquiera empezó, Rosa Sugrañés es a Iberia Tiles lo que Iberia Tiles es a Rosa Sugrañés. Lo saben incluso en el Capitolio de Washington, donde hace una semana le concedieron el Premio Empresaria del Año, otorgado por el Small Business Council of America, una agrupación que representa a más de 20.000 pequeñas y medianas empresas, y que le entregó el popular senador demócrata floridano Bob Graham: "Rosa es un modelo para otros empresarios por su compromiso y servicio a la gente del sur de Florida, de Estados Unidos y del mundo".

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Desde su bautizo en el supercompetitivo mundo americano de los negocios en 1979, "con sólo 22 años y sin tener ni idea del país ni del idioma", puso en práctica el refrán "allá donde fueres haz lo que vieres" para sacar rendimiento a los 100.000 dólares (15 millones de pesetas actuales) que su padre le había dado para o bien estudiar o abrir una sucursal de la empresa familiar, RosaGres, de Barcelona. Y lo que vio es lo que muchos otros buenos empresarios españoles en EEUU no han visto: "Me di cuenta de que aquí todos los empresarios con éxito se involucraban en asuntos comunitarios y empecé a imitarlos". Más bien a superarlos, a juzgar por el número de comités, juntas y organizaciones en los que participa activamente en pro de la educación multilingüe, del estrechamiento de lazos comerciales con Latinoamérica, de la eficacia del Gobierno, de la cultura, y un largo etcétera.

Esa labor fue la que la desmarcó del resto de los seis empresarios finalistas seleccionados para el premio del Small Business Council of America, según explica Ron Merolli, uno de los miembros del jurado. Durante una entrevista posterior, Sugrañés evocaba el gran esfuerzo que requiere dedicarse a asuntos cívico-sociales: "Es más fácil para mí vender un millón de dólares en tiles (azulejos) que promover el bilingüismo".

Pero en EEUU lo uno sirve de trampolín para lo otro, reconoce ella. "He conseguido antes el respeto como empresaria con las actividades comunitarias que vendiendo tiles" (se disculpa continuamente por el inevitable spanglish, que casi todo el mundo habla en Miami). Medido en dólares, ese respeto se ha traducido en ventas de 24 millones de dólares al año (3.700 millones de pesetas).

Mensualmente, Iberia Tiles vende un millón de azulejos de una gama de 4.000 productos de cerámica, piedra y mármol, a través de la central, sus dos empresas subsidiarias, Cypres Trading e Iberia Tiles International, y de sus tres tiendas en el sur de Florida y dos en Georgia. Pero la gran expansión de la empresa se produjo gracias y a pesar del huracán Andrew en 1992. Aunque la dejó temporalmente sin empleados, sin vivienda propia y con paredes y techos tumbados en la empresa, también trajo una avalancha de compradores. El ciclón arrasó 80.000 casas en el sur de Miami, muchas de las cuales usaron pavimentos y revestimientos cerámicos para su reconstrucción.

Desde entonces, la operación marcha viento en popa con planes futuros de inaugurar al menos una tienda por año en Florida, su mercado principal, pero también de incrementar las ventas a Centroamérica, que actualmente representan un 10% del total. Ha sido un largo camino que comenzó con cinco empleados y ahora cuenta con una plantilla de 101, y ha supuesto jornadas de 14 horas de trabajo compaginando sus obligaciones de madre de familia con las profesionales.

Sus hombres

Sugrañés atribuye gran parte del crédito a su marido, socio y consejero delegado de la empresa, Fernando Vila (con quien se casó en 1985), y a su padre, el empresario barcelonés Ramón Sugrañés. "Mis hombres" como los describió en el Capitolio al referirse a ellos como los importantes detrás de la mujer importante. Pero además del apoyo familiar, para el despegue de Iberia Tiles se conjugaron otros factores. Los principales han sido su determinación a convertir en oportunidades lo que otros ven como obstáculos (como el ser mujer), y en segundo lugar que ella fue una pionera en la industria en un momento en que Miami era un terreno casi virgen."Yo era el tuerto en un país de ciegos. Estaba todo por hacer y me siento partícipe del crecimiento. Ahora somos la capital de las Américas, la ciudad del futuro. Barcelona es mi ciudad natal y la quiero mucho, pero es una ciudad madura y no sé si yo hubiera podido contribuir tanto".

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