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La artritis reumatoide puede tener un origen infeccioso de tipo vírico

Esta enfermedad, que padece el 1% de la población, afecta tres veces más a las mujeres

Considerada como una enfermedad autoinmune (el organismo reacciona contra sí mismo activando un mecanismo inmunológico que causa patología), la artritis reumatoide afecta principalmente a las articulaciones de los huesos. Pero es también una enfermedad generalizada que puede dañar otros órganos y sistemas, como el pulmón, la piel, los ojos, el corazón, el sistema circulatorio, el riñón y el sistema nervioso.Aunque no se han demostrado todavía las causas de este proceso, recientes hallazgos clínicos empiezan a sugerir un posible origen infeccioso, probablemente vírico, según Armando Laffón, presidente de la Sociedad Española de Reumatología (SER). "Todo apunta", dice Laffón, "a que el origen es multifactorial, es decir, que hay varios factores implicados. Pero disponemos de bastantes datos para pensar también en una etiología infecciosa, sobre todo vírica". El presidente de los reumatólogos esgrime los análisis de muchos pacientes en los que se han hallado anticuerpos frente a unas proteínas de microorganismos, "seguramente virus o bacterias todavía no identificados", señala.

Laffón alude también a la participación del factor hormonal, ya que la artritis reumatoide, que padece el 1% de la población, afecta en una proporción superior al sexo femenino -tres mujeres por cada hombre-, como sucede en todas las enfermedades autoinmunes.

Este reumatismo incide, sobre todo, y de forma simétrica, en las articulaciones de las manos, muñecas, pies, rodillas y tobillos. Causa inflamación y dolor y, si no se controla, va deformando la articulación y conduciéndola a una pérdida de función, al tiempo que atrofia el tejido muscular de la zona afectada. Puede dañar articulaciones de diversas localizaciones, así como otros tejidos del organismo. A veces se acompaña de fiebre, cansancio, malestar general y pérdida de peso.

Según Emilio Martín Mola, jefe clínico de Reumatología del hospital La Paz de Madrid, en la artritis reumatoide se pone en marcha un mecanismo inflamatorio autoinmune por el que se genera la estimulación de linfocitos Th1, responsable de la producción de citoquinas proinflamatorias, las más importantes de las cuales son el TNF, o factor de necrosis tumoral, y la interleuquina 1.

Factor reumatoide

"El diagnóstico se realiza", explica Martín Mola, "por los síntomas y signos, y se confirma con otras pruebas complementarias. Una de ellas es el factor reumatoide, un anticuerpo específico que, aunque no está presente en todos los pacientes, también ayuda a establecer el pronóstico. Teóricamente, cuanto más título de anticuerpos haya, peor evolución va a seguir el proceso". "También realizamos una exploración radiológica que revela las lesiones articulares", añade el jefe clínico de Reumatología de La Paz.Para Vicente Rodríguez Valverde, catedrático de Reumatología de la Universidad de Cantabria, "la evolución de esta enfermedad es muy variable y podrían establecerse tres grupos de pacientes". Mientras un grupo desarrolla brotes que, según indica, desaparecen espontáneamente o en respuesta al tratamiento y no vuelven a presentarse, otro grupo (el más numeroso) sigue un patrón en el que se alternan brotes y periodos asintomáticos y la articulación se va dañando. Un tercer grupo evoluciona mucho peor y algunos pacientes llegan en poco tiempo a un alto grado de invalidez que les postra en una silla de ruedas.

"Aunque puede presentarse a cualquier edad", advierte Rodríguez Valverde, "es más frecuente su aparición entre los 30 y los 50 años. Un 10% de los pacientes llegará a un grado de invalidez total; un 25% tendrá limitaciones funcionales importantes; un 55% podrá desarrollar una vida normal, pero con limitaciones, y sólo el 10% restante experimentará una remisión completa". Según Rodríguez Valverde, "en los casos más severos la artritis reducirá la esperanza de vida entre 5 y 10 años".

Avances en el tratamiento

Acaban de registrarse en Estados Unidos dos nuevos grupos terapéuticos para el tratamiento de la artritis reumatoide que han despertado grandes esperanzas en los médicos que controlan esta enfermedad. En España, así como en el resto de los países de la Unión Europea (UE), está prevista su aprobación para el próximo año.Celecoxib es un inhibidor específico de la COX-2, una enzima responsable del dolor y la inflamación de las articulaciones afectadas. "A diferencia de los fármacos antiinflamatorios no esteroideos convencionales, llamados AINES, no actúa a dosis terapéuticas sobre la COX-1, enzima que se encarga de proteger la mucosa gástrica, mantener la función renal y contribuir a la agregación plaquetaria", afirma Armando Laffón, presidente de la Sociedad Española de Reumatología (SER).

Así, los inhibidores específicos de la COX-2, según Laffón, están exentos de la toxicidad gastrointestinal de los AINES, algunos de cuyos efectos secundarios son importantes, como la úlcera gástrica, la hemorragia digestiva e incluso la muerte.

Etanercept es la otra gran esperanza. Actúa por un mecanismo diferente, al inhibir el factor de necrosis tumoral o TNF e impedir de este modo la aparición de la inflamación y el dolor, sin los graves efectos secundarios de algunos de los medicamentos empleados tradicionalmente.

En varios ensayos clínicos se han obtenido hasta la fecha resultados espectaculares, al conseguir que pacientes muy incapacitados y con una vida muy limitada pudieran llegar a tener una funcionalidad relativamente normal. "Hasta ahora el tratamiento clásico de la artritis se basa en la combinación de varios fármacos, como AINES, corticoides, antirreumáticos de acción lenta e inmunosuopresores. Los más utilizados son los AINES y antirreumáticos de acción lenta, como el metotrexato, que también es un inmunosupresor. La toxicidad gastrointestinal y renal de los AINES y los efectos secundarios del metotrexato sobre la médula ósea y el hígado obligan a un control muy riguroso y frecuente de estos pacientes", reconoce Emilio Martín Mola, jefe clínico de Reumatología del hospital La Paz de Madrid.

En algunos pacientes con graves deformaciones articulares y pérdida de la funcionalidad se debe recurrir a la cirugía. Según sugiere Martín Mola, mejorar la calidad de vida, controlar el dolor y la inflamación y mantener la función articular son los principales objetivos del tratamiento de la artritis reumatoide.

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