Belgrado asegura que los bombardeos ya han causado 300 civiles muertos y 3.000 heridos
La destrucción de la fábrica de coches Zastava ha dejado sin trabajo a decenas de miles de personas
ENVIADO ESPECIALBalic Ducen se mordía ayer los labios para disimular su dolor en una cama del hospital de este pueblo de Yugoslavia, donde comienzan a emerger datos de las pérdidas sufridas en casi tres semanas de ataques de la OTAN y donde cada día se afianza más el temor de una campaña larga y tenaz. Según versiones periodísticas occidentales que citan a funcionarios del Gobierno serbio, la ofensiva capitaneada por Washington ha producido ya 300 muertos y 3.000 heridos. Sin embargo, es imposible obtener una visión independiente de la verdadera magnitud de las pérdidas serbias.
Pero basta efectuar un recorrido por Kragujevac y el vecino pueblo de Cuprija para verificar que la intención y puntería de los aliados distan mucho de ser lo que los elocuentes portavoces de la OTAN proyectan en las ruedas de prensa de Bruselas.El vasto complejo industrial de Kragujevac ha sido totalmente devastado por bombas aliadas que se lanzaron a menos de tres kilómetros donde convalece hoy Ducen, un trabajador de 48 años lleva la cabeza y las manos vendadas. En las primeras horas del viernes, Ducen y más de un centenar de trabajadores resultaron heridos mientras acampaban en torno a la fábrica de Zastava como escudos humanos. "En cuanto salga de aquí volveré a acampar en mi fábrica para defenderla con mi cuerpo", decía Ducen. No será necesario. Es dudoso que las bombas se vuelvan a lanzar sobre Zastava, otrora orgullo industrial de Yugoslavia.
La Zastava, entre otras cosas, produce el Yugo, el coche más popular en los Balcanes. Es barato, compacto y salía de las líneas de ensamblaje con tecnología italiana de los años setenta. Una empresa de modestas ambiciones, pero que daba trabajo y generaba divisas. Por eso, ayer, entre los escombros de la fábrica, ubicada a unos 150 kilómetros al suroeste de Belgrado, costaba creer en el "potencial bélico" y "valor estratégico" de una planta de automóviles y, peor aún, hallar una justificación para su destrucción, salvo acabar con la fuente de empleo para decenas de millares de yugoslavos.
Los disparos fueron perfectos. Seis misiles cayeron con espantosa furia sobre dos enormes galpones de ensamblaje y dos terminaron con la central de energía que abastecía no sólo a la fábrica, sino a muchos de los aproximadamente 200.000 habitantes de Kragujevac. Ayer, los hierros retorcidos, los techos abiertos, las paredes perforadas y los Yugo achicharrados mientras esperaban los últimos toques para comenzar a rodar permanecían enganchados a las líneas mecánicas como símbolos de una broma de mal gusto de la estrategia aliada "para destruir la maquinaria militar yugoslava". "Si estos coches son una amenaza para la OTAN, pues que comiencen a envenenar nuestros campos y a bombardear nuestras panaderías, porque van a alimentar a nuestros soldados", decía ayer el presidente de la fábrica, Milan Beko, exministro de Privatizaciones.
Para nadie es secreto que Zastava, además de pinturas, producía también fusiles AK-47, pero ello, según Beko, se acabó hace más de dos décadas, cuando clientes como Cuba y Angola dejaron de pagar sus facturas. "Y eso lo sabía todo el mundo", añadió Beko, que presidió una visita de periodistas por los escombros de la fábrica, donde todavía humean las maquinarias retorcidas y donde el único ruido es el del agua de cañerías reventadas. Beko admitió, sin embargo, que la Zastava continuaba produciendo escopetas de caza y pistolas, pero no hubo acceso a esos talleres. Lo que sí resultó evidente (e irónico) fue constatar que la fábrica de camiones en sociedad con Iveco de Italia -base de muchas de las misiones de los bombarderos- ha quedado reducida a un montón de hierro ennegrecido y mampostería despedazada.
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