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LAS VENTAS

Un toro y Luis Miguel Encabo

Salió un toro serio y la afición decía que ese era el que debían torear las figuras. Llevan siglos diciéndolo. Las figuras, ya se sabe: para ellos, lo mollar; para los demás cordilla. Y la cordilla le tocó a Luis Miguel Encabo.No se crea que Luis Miguel Encabo hizo ascos. Antes al contrario, se fajó con la fiera sacándola a los medios y una vez allí ya estába toreándola con la izquierda. En su otro toro había hecho igual.

Las figuras, salvo raras excepciones, lo de la izquierda no quieren ni oirlo mencionar. En eso (y en muchas otras cosas) se diferencian de las figuras seculares. Las figuras de hoy demuestran su figuración pegando derechazos en cantidades industriales.

Fernando Cepeda y Finito de Córdoba, que tienen vocación de figuras, y han saboreado sus mieles, se aplicaron al derechazo con fruición. En sus primeros toros la izquierda sólo les sirvió de apoyo o para rascarse la nariz. Cierto que en estos toros ambos diestros estuvieron bastante confiados. Pero les llegaron los otros de sus respectivos lotes, que sacaron un temperamento ovejuno, se confiaron por tanto, y tampoco sintieron la necesidad de darles fiesta con la izquierda. Tomaron la muleta por ahí una vez y parecía que les quemaba.

González / Cepeda, Finito, Encabo

Toros de Juan José González (dos devueltos por inválidos), desiguales de presencia, media casta, 4º y 5º dóciles. Sobreros: 2º de Valdemoro, con trapío, fuerte, dio juego; 6º de Flores Tassara, serio y cuajado, manso, de feo estilo.Fernando Cepeda: metisaca infamante en los blandos (silencio); estocada aplausos y saludos). Finito de Córdoba: cuatro pinchazos bajos, rueda de peones y descabello (bronca); estocada -aviso con retraso- y descabello barrenando (escasa petición y vuelta). Luis Miguel Encabo: dos pinchazos, estocada -aviso-, dos descabellos, se echa el toro y, al apuntillarlo, hiere menos grave al peón Niño de Santa Rita (palmas); tres pinchazos y estocada caída (palmas). Plaza de Las Ventas, 4 de abril. Tres cuartos de entrada.

Los derechazos que prodigó Fernando Cepeda apuntaron el buen corte torero que le dio fama. Sin embargo la faena transcurría desigual, escasamente templada, falta de hondura y no consiguió calentar los ánimos de la afición.

Finito de Córdoba, en cambio, sí ligó los pases. Por tramos, se recrecía, recuperaba la ambición torera que tuvo en tiempos y corría la mano engarzando los muletazos. Se dice muletazos y hay que entender derechazos, por supuesto; derechazos tampoco excelsos, ni siquiera de marca, pues los instrumentaba fuera cacho, la suerte descargada, embarcando frecuentemente con el pico... En fin, el toreo moderno. Y por ajustarse a la modernidad, no acababa nunca. Diez minutos duró la sesión. Diez minutos de derechazos: tiene mérito. No exactamente darlos sino soportarlos con santa paciencia. Mató pronto Finito y algunos llegaron a pedir la oreja. Hubo de conformarse con la vuelta al ruedo, que tampoco está mal, en este tramo crucial de su carrera.

Torear al natural es distinto asunto. Es otro concepto. Es, si nos apuran el fundamento del arte de torear. Y Luis Miguel Encabo lo abordó en corto y por derecho. Tanto en su primer toro, de condición de castada, como en el sexto, segundo sobrero, de Flores Tassara, que desarrolló mansedumbre y acabó avisado. En ambos casos Luis Miguel Encabo tragó paquete, según se suele decir.

Con el capote también se empleó Encabo, e intervino en la lidia, y banderillero al tercero de la tarde, por cierto con bastante vulgaridad. Este torero, sin banderillas, es más torero. Con la espada tampoco fue gente y falló mucho.

Su primer toro, que ya había doblado, prendió y volteó desde el suelo al peón Niño de Santa Rita que iba a apuntillarlo. Los toros cómo son. Ese lucía un precioso pelaje cárdeno romero. Si algo bueno tuvo la corrida, descastada toda ella, fue la pinta, variada y luminosa. Hubo dos coloraos, en sus variantes bragao y ojo de perdiz. Hubo asimismo un toro sordo. El programa decía sardo y el público en general, que no estaba de acuerdo, denunciaba la errata. "Mira, mira: en vez de sordo han puesto sardo", se oía a un espectador muerto de risa.

Los programas es verdad que a veces tienen erratas y la tablilla donde se muestra la reseña de cada toro también. Al segundo sobrero que hizo sexto le pusieron 50 años de edad. En lugar de 94 salió 49 como año de nacimiento. El toro se comportó con el sentido que dan los años y las hierbas pero tampoco era para tanto. Ni siquiera llegaba a cinqueño aunque había aprovechado el tiempo. Simplemente con sus correrías huyendo de las plazas montadas y las seis veces que le picaron aprendió latín. Le corresponde a una figura y se cree que ha venido el coco. Le correspondió, sin embargo, a Luis Miguel Encabo y lo toreó al natural. Igual que los maestros seculares. Y ahí quedó eso.

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