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París será la capital del Egipto faraónico

El Louvre y el Gran Palais concentran importantes exposiciones sobre egiptología

París vivirá una apoteosis de arte egipcio, coincidiendo con los actos de celebración del décimo aniversario de la pirámide del Louvre. Comenzará con la gran exposición que el museo dedica al trabajo de sus egiptólogos en Tebas, una muestra del resultado de cinco años de excavaciones. Ramsés II, su tumba y la célebre sala hipóstila del templo de Amón han sido el centro de esa labor que ahora se presenta a través de objetos hallados, fotografías, maquetas y reconstrucciones virtuales. Luego, en abril, será el Grand Palais el que evoque "los tiempos de las pirámides", una exposición francesa realizada en colaboración con museos de EE UU y Canadá.Mientras estos actos oficiales se desarrollan, la iniciativa privada se suma a la fiebre egiptológica y los anticuarios vecinos al Louvre llenan sus vitrinas de tesoros, auténticos o meras reproducciones, que proceden o derivan de las excavaciones submarinas realizadas en la Alejandría egipcia y romana en busca de restos del puerto, del faro y de su mítica biblioteca. En octubre el Louvre cerrará la temporada de faraones y pirámides evocando la figura de Dominique Viviant Denon, uno de los hombres que exploraron el antiguo Egipto por encargo de Bonaparte. Denon no sólo hizo eso, sino que además organizó el traslado a París de muchas de las piezas descubiertas, una rapiña cultural que le valió ser nombrado organizador del Museo del Louvre y una labor que él continuó en otros países, siempre detrás de los victoriosos ejércitos napoleónicos.

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La capacidad de crecer

La música, la literatura, el teatro y el cine también son invitados de honor del aniversario. Para la ocasión se han restaurado los cuatro episodios de Belphegor, un film de 1926 que trata del fantasma del Louvre, encarnación asesina de una divinidad egipcia.

La idea de Prei

El 30 de marzo de 1989 se abría al público la llamada pirámide del Louvre, una idea del arquitecto Ieoh Ming Pei que muchos consideraban aberrante. "Es un sacrilegio colocar en medio de la cour Napoleón una pirámide de cristal. La arquitectura moderna no tiene nada que hacer en un patio renacentista," decían entonces los detractores. Lo cierto es que la famosa cour fue levantada durante la segunda mitad del siglo XIX y que más de la mitad del que hoy es el museo más famoso del mundo fueron edificados en esa época.En su día la irrupción del ovni de Pei no tuvo como único objeto el dejar un rastro simbólico y físico del poder mitterrandiano, tan aficionado a las formas geométricas -pirámide para el Louvre pero cubo para La Défense, esfera en La Villette, rectángulos para la Gran Biblioteca, etcétera-. También modernizar la imagen del museo en concreto y de la museística en general al tiempo que resolvía los problemas de luz, acceso y circulación dentro del confuso almacén laberíntico en que se había convertido el Louvre.

El impacto de la operación ha sido beneficioso en muchos aspectos. Las visitas, que en 1988 rondaban en los tres millones de personas, es ahora el doble; el espacio para exposiciones ha crecido en 30.000 metros cuadrados y actividades que antes estaban dispersas e incomunicadas han podido reunirse. Las esculturas y pinturas, todos los objetos expuestos, han ganado en relieve, están mejor presentados y son más fácilmente localizables; el propio edificio, a partir de la hora de cierre del museo, goza ahora de una segunda vida.

La mayor capacidad de atracción del museo ha hecho que éste aceptase un anexo comercial, unas galerías subterráneas que se han desdoblado en salones de congresos o desfiles de moda. Las mejores tiendas de prêt-à-porter de la capital están ahí, las marcas más conocidas se dan cita en unos pasadizos subterráneos extraordinariamente bien iluminados y que tienen un gran poder de atracción para japoneses y estadounidenses. Y las obras para crear las galerías y el enorme garaje de autobuses anexo han permitido rescatar para París los fundamentos de las torres y la muralla del Louvre de Charles V, una fortaleza medieval que durante más de dos siglos sirvió para defender uno de los puntos débiles militares de París.

Las 1.800 personas que trabajan en el Louvre no sólo ven las ventajas del éxito de la reforma. Para ellas, que en 1998 el museo haya tenido 748.000 visitantes más que el año pasado y que los ingresos sean mayores, no les evita la serie de problemas que la pirámide ha desvelado. De entrada, uno que no es ningún secreto: el Louvre no fue construído para ser museo. "El espacio que el Louvre dedicaba a infraestructuras de apoyo", explica Pei, "era del orden de un 10% cuando un edificio de nueva planta hubiese reservado un 50%". La pirámide y la reordenación han permitido elevar el porcentaje hasta un 30%, pero no han resuelto los problemas de seguridad. "Cada año se gasta millones de francos por el vandalismo de algunos visitantes" dice uno de los guardianes. Los más escépticos recuerdan que la seguridad absoluta no existe y subrayan el factor humano: el absentismo laboral entre los vigilantes del Louvre es del 12%.

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