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28 bebés murieron en un hospital británico que probó con ellos un respirador artificial

Los padres denuncian que los médicos no les informaron de la naturaleza del experimento

Isabel Ferrer

El Gobierno británico investiga la muerte de 28 bebés prematuros y los daños cerebrales irreversibles que sufrieron otros 15 tras las pruebas efectuadas entre 1989 y 1993 en un hospital público del centro de Inglaterra. En el ensayo fue utilizado un nuevo modelo de respirador artificial, similar a un pulmón de acero, que evita la inserción de tubos en la garganta para insuflar aire. Los padres dicen que ignoraban la naturaleza experimental del tratamiento. Según asegura el centro médico en un comunicado, todos ellos dieron su consentimiento por escrito.

En el experimento, dirigido por el pediatra David Southall, participaron 122 bebés prematuros. Otro grupo de igual número fue ayudado a respirar -la inmadurez pulmonar es uno de los problemas más graves de estos niños- por medio de ventiladores tradicionales.El escenario de los hechos fue el hospital North Staffordshire, en Stoke-on-Tren, región famosa por sus porcelanas. Perteneciente a la red sanitaria pública, la asociación que lo gestiona subraya que el estudio fue aprobado por su comité de ética. "Todas las familias involucradas, además, confirmaron por escrito su participación", según el comunicado hecho público ayer.

Carl y Debbie Henshall, los padres que han desencadenado con su queja la investigación oficial, recuerdan los hechos de otro modo. En febrero de 1992 perdieron una niña, Stacey, sujeta al nuevo ventilador. En diciembre de ese mismo año, su hija Sofie se quedó cuadrapléjica tras participar en el mismo ensayo. La revolucionaria técnica que les mostraron suponía la inclusión de los bebés en una cámara a baja presión. El aire penetraba en sus pulmones gracias a la "fuerza extratorácica ejercida sobre los pulmones, facilitada por la cinta que sellaba sus cuellos", en palabras del propio pediatra ahora en entredicho. El nuevo aparato ya no se usa con recién nacidos sino con niños algo mayores.

"Cuando nos hablaron de este ventilador creímos estar salvados. Literalmente nos vendieron el producto comparándolo con los terribles efectos del método convencional", han dicho ahora los Henshall. El más común de éstos es la posible ruptura de tejidos aún en formación provocada por la inserción de tubos respiratorios en la garganta.

La primera noticia del ensayo, y su participación en el mismo, se la dio otro especialista al diagnosticar la minusvalía de Sofie. "Esta familia asegura que no les explicaron bien la naturaleza de la prueba. Tampoco hay que descartar que la misma se prolongara demasiado tiempo", según Llin Golding, diputada laborista de su distrito que ha tramitado la reclamación. Otras 18 familias han acudido entretanto con relatos similares al Consejo General de la Medicina.

La duración de las investigaciones es uno de los primeros puntos oscuros que su comité de ética debe aclarar. Para ello cuenta con la ayuda de un informe publicado en diciembre de 1996 en la revista científica estadounidense Pediatrics.

El mismo señalaba claramente las diferencias de flujo sanguíneo recibido por el cerebro de los bebés del pulmón de acero. Una prueba de ultrasonidos detectó la anomalía.

El hospital ha recordado asimismo que el índice de mortalidad y minusvalía resultó similar en ambos grupos de bebés. "Nada prueba la relación directa entre los fallecimientos y el uso del nuevo ventilador", concluyen. El caso ha sido ya comparado con el escándalo de las fallidas operaciones de corazón de otro centro médico, en la ciudad de Bristol. Allí pereció casi una treintena de menores.

Dos cardiólogos fueron expulsados en 1998 del Colegio de Médicos por negligencia. Ahora se ha sabido que los corazones y otros órganos fueron extraídos para la investigación sin que las familias recuerden haberlo autorizado.

El pediatra Southall, que cuenta con defensores acérrimos y críticos feroces en el Reino Unido, debe su prestigio a un estudio sobre el síndrome de la muerte súbita infantil.

Otro trabajo sobre abuso de menores, basado en el uso de filmaciones secretas de los malos tratos que los pequeños recibían de los progenitores en los hospitales, le valió las iras de sus colegas. Este estudio provocó la detención de 34 progenitores entre 1986 y 1994 pero algunos de ellos fueron acusados por error.

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