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Tribuna
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Tiempo de cuervos

Antonio Elorza

En la literatura popular de Euskal Herria, el cuervo es el encargado de transmitir las malas noticias. No es nuevo, pues, para la sociedad vasca el hecho de tener que soportar un tiempo de cuervos, con la agravante en el pasado de que una y otra vez las alas negras eran portadoras de un comunicado de muerte. Ahora, a partir de la suspensión de las acciones terroristas -"la tregua"-, las noticias trágicas han desaparecido, pero vuelve a escucharse el goteo, cada vez más intenso, de las agresiones, de los actos vandálicos y de las amenazas, desde los de siempre y contra los blancos también conocidos. Con la agravante de que ahora, y con la excepción de unas palabras pronunciadas en Barcelona por el lehendakari Ibarretxe, el nacionalismo democrático actúa como aliado (dadas las circunstancias, como cómplice) y como escudo político de la constelación ETA-EH, de cuya franja periférica surge formalmente la violencia.En una palabra, el terrorismo ha guardado transitoriamente sus armas, a cambio de un respaldo político que PNV y EA otorgan a sus objetivos dentro del "frente nacionalista". Por añadidura, para alcanzar estas metas, la violencia no ha cesado, manteniéndose la atmósfera de intimidación nacionalsocialista destinada a garantizar la hegemonía abertzale frente a los ciudadanos no nacionalistas. No es, pues, cuestión de dar buenos consejos al PNV o a EH, sino de reconocer la lógica interna que preside el comportamiento político de ambas formaciones. Tampoco cabe pensar que todos están "velando armas", según la expresión de Solé Tura, en espera de los resultados de las municipales: difícilmente podrán éstas ser consideradas limpias si se mantiene el clima de violencia practicada por el círculo de EH, y amparada por los demócratas dentro del "frente nacionalista". Los partidarios de ETA no velan armas, sino que siguen golpeando, y las amenazas contra jueces y enseñanzas euskeldunmochas (palabra de Krutwig), o contra periodistas disidentes y políticos del PP, indican esa presión de signo nazi en ascenso sobre la sociedad civil. PNV y EA cierran los ojos. Dan la impresión todos ellos de no estar dispuestos a afrontar el riesgo de una ciudadanía vasca que vote liberada de presiones y de miedo.

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TEXTO DE PNV y EA

Y frente a Madril, el "conflicto democrático" que anunciaba Egibar. Es decir, una estrategia de desbordamiento recurrente de las instituciones constitucionales. Tanto en la letra como en el espíritu. Las provocaciones de EH tienen una tras otra ese sentido inequívoco, contando con el seguimiento lacayuno de PNV y EA. Lizarra obliga. El Parlamento vasco deja de ser la sede del Legislativo de acuerdo con el Estatuto para convertirse primero en el ámbito de una legitimación del terrorismo de ayer (elección de Ternera para la comisión de derechos humanos), luego de una desautorización terminante del poder judicial español (sancionada por unos partidos democráticos que debieron participar en el debate, pero no en la votación del desafío), y por fin en sala de reuniones para una asamblea de kurdos partidarios de la lucha armada. Es decir, el Parlamento vasco sirve para todo menos para su cometido legal. Recordemos que el Estatuto se encuentra "agotado".

Por parte del PNV, no había existido una sensibilidad particular hacia la opresión de la minoría kurda en Turquía, y en Egin se hablaba ante todo del aspecto militar del conflicto, de modo que la única interpretación razonable es que, a la vista de las tribulaciones experimentadas por el líder del PKK, Otegi y Arzalluz han encontrado la ocasión para lanzar un órdago al Gobierno de Madrid, definiendo una política internacional bajo el signo del "separatistas del mundo, uníos". Y, sobre todo, creándole a la política exterior española unas dificultades de primer orden, por cuanto la asamblea del PKK en Vitoria provocará una respuesta inevitable del Gobierno de Ankara. Si se repite lo de Italia, miel sobre hojuelas. Así irá dándose cuenta el Gobierno del precio a pagar si no acepta la negociación de ETA en los términos por ella definidos.

Y last but not least, para construir la "democracia vasca" por encima del principio trasnochado de "un hombre, un voto", ahí está la Asamblea de municipios, un poco alicorta y cautelosa ella en sus primeros pasos, pero configurada ya como otra arma política "cargada de futuro". Todo menos tolerar que la sociedad vasca desarrolle una vida política normal, en cuyo seno se configuren las mayorías susceptibles de decidir acerca de las ofertas que, siempre desde una u otra forma de intimidación, le propone la unión de familias del nacionalismo sabiniano.

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