Una adolescente inventa un código más rápido y seguro para la protección de datos
Sarah Flannery, irlandesa de 17 años, estudiante de bachillerato, acaba de obtener el prestigioso premio de la Irish Young Scientists and Technology Exhibition por el descubrimiento de un algoritmo de criptografía que puede arrinconar el actual sistema RSA, elaborado en 1977. Un código diez veces más rápido y seguro para la protección de datos enviados por correo electrónico.Desde ese momento, la tranquila aldea de Blarney vive al ritmo de la presencia de su nueva reina en los medios de comunicación. Y toda Irlanda se ha enamorado de esta adolescente superdotada. Su popularidad es visible en cuanto se llega a la cercana Cork y el taxista dice con orgullo: "¿Sarah Flannery? ¡Por supuesto que la conozco, es una chica muy brillante!". En su colegio están también muy orgullosos de que estudie la joven que acaba de deslumbrar al mundo con su hallazgo.
"Todos mis amigos están contentos de lo que estoy viviendo. No tienen ninguna envidia, al contrario", reconoce Sarah. "Somos una comunidad pequeña", dice, orgullosa, Elaine Flannery, madre de Sarah y profesora de macrobiología en Cork. Todos se conocen y les alegra la aventura de uno de los suyos.
"Todo empezó en las clases nocturnas de matemáticas que enseña mi padre en el Instituto de Tecnología de Cork. Me propuso que asistiera. Allí aprendí los principios básicos, pero quería encontrarles una aplicación. De modo que empecé a interesarme por la criptografía". Pero de ahí a elaborar un algoritmo revolucionario hay un paso que pocos estudiantes de secundaria pueden presumir de haber dado. Sin embargo, Sarah rechaza el calificativo de "genio" que la prensa utiliza sin cesar. Y su madre, también: "No me gusta ese término, no quiere decir nada. Sarah es una chica como las demás. Su mayor virtud es su valor. Hace frente a las cosas sin aprensiones y todo lo que emprende lo hace a fondo".
Esa tenacidad se manifiesta en la pizarra clavada en una pared de la cocina. Ahí es donde cada jueves, durante tres horas, se ha ido familiarizando Sarah con las matemáticas. Por puro placer, sin imposiciones ni presión alguna, con la alegría de oír al resto de su familia alrededor. "Nunca trabajo en mi habitación. Me hace falta oír cómo juegan mis hermanos o cómo cocina mi madre para ser feliz". ©Le Monde
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