Reivindicación del arte subversivo
Eran social y políticamente subversivos, pero su radical oposición al franquismo enmascaraba en parte su esencia revolucionaria en el sentido clásico del término, más allá de lo concreto de la situación que se vivía en la España de aquellos años oscuros. Ahora, un cuarto de siglo más tarde, entre las nuevas generaciones de artistas se descubre con sorpresa aquella obra y se reconoce lo que tiene de paternidad sobre buena parte de la práctica de los jóvenes creadores actuales. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) expone por primera vez los trabajos del Grup de Treball, un colectivo de artistas que bajo este nom de guerre agitó entre 1973 y 1975 las plácidas aguas del mundo del arte en Cataluña, desbarató los cauces tradicionales de la exhibición e hizo política en el sentido más noble y radical de la palabra. La exposición, inaugurada ayer, podrá visitarse hasta el próximo 14 de abril. Una vez finalizada, dos de las piezas que se exhiben serán cedidas en préstamo al Queens Museum of Art de Nueva York, que las ha seleccionado para que formen parte, entre abril de este año y mayo del 2000, de una exhibición sobre el arte conceptual producido desde sus primeros balbuceos, en la década de los cincuenta, hasta finales de los ochenta. Fue esta petición de préstamo la que hizo que el Macba descubriera la importancia de la colección que, con la meticulosidad que le caracteriza, había ido reuniendo Antoni Mercader, uno de los miembros del grupo, y que tras ser donada a la Generalitat pasó a formar parte de los fondos del Macba. Son 20 los nombres que, en un momento u otro, pasaron por el Grup de Treball. Pere Portabella, Muntadas, Antoni Mercader, Carles Hac Mor, Francesc Abad, Jordi Benito, Jaume Carbó, Maria Costa, Alicia Fingerhut, Xavier Franquesa, Imma Julián, Antoni Munné, Josep Parera, Santi Pau, Àngels Ribé, Manuel Rovira, Enric Sales, Carles Santos, Dorothée Selz y Francesc Torres. Todos ellos mantenían, además, su propia práctica artística al margen del grupo. Ayer no estaban todos, pero la presentación de la exposición reunió a una muestra lo suficientemente representativa. Algunos se quejaron amargamente de no haber conseguido que su esfuerzo les hubiese abierto un hueco en la historiografía oficial de las Bellas Artes. "Seguimos pasando de [Antoni] Tàpies a [Miquel] Barceló", dijo Francesc Abad. El Grup de Treball tuvo una vida breve pero productiva. Su primera aparición se produce en agosto de 1973, con motivo de la Sección de Arte de la Universidad Catalana de Verano, en Prada de Conflent, y la última tiene lugar cuando es seleccionado para formar parte de la Bienal de los Jóvenes de París en septiembre de 1975. Ésta, la que cerró el ciclo, que tenía por título Document. Travail sur la presse illégale del Pays Catalans, coincidió con los fusilamientos de cinco militantes antifranquistas y las manifestación de rechazo que se produjeron en toda Europa. El catálogo tiene una página en blanco y no figura ningún nombre. ¿Era arte político? Por supuesto. Ninguno de ellos escabulló ayer el bulto cuando se planteó esta pregunta. Pero quizás la especificidad de la situación en España, el determinante elemento antifranquista de todo su trabajo, enmascaraba que la praxis no sólo artística, sino también vital de aquella gente trascendía la pura y simple contestación política y era, sin ninguna duda, hija del Mayo del 68, como recordó Àngels Ribé. Las anécdotas tienen su importancia. Por ejemplo, una periodista preguntó ayer sobre la utilización del vídeo por parte de los miembros del Grup de Treball, una herramienta clásica de todo el movimiento conceptualista. Pues bien, el vídeo era por aquel entonces un artilugio casi inaccesible. De hecho, explicaron, sólo Antoni Muntadas, que vivía en Nueva York, trajo uno, pero no le dejaron grabar las sesiones de trabajo por la simple razón de que eran clandestinas y hubiera sido demasiado peligroso. Las piezas se rodaban, cuando se hacía, en Super 8, y en una sola ocasión se hizo en 16 milímetros, "lo que ya suponía una superproducción", dijo Jordi Benito. La exposición del Macba, que recoge los 11 proyectos de la colección, muestra hasta qué punto los orígenes de este movimiento artístico son gutemberguianos. Como un aviso para navegantes, la pieza que figura en la entrada, titulada Solidaridad con el movimiento obrero, es una ampliación de las entradas "represión. Acción de reprimir", "represivo-iva adj. Que sirve para reprimir, hecho para reprimir. Leyes represivas" y "represor- a adj. Que reprime" del Diccionario Pompeu Fabra. Y no deja de sorprender que, en unos tiempos en los que la potencia de los medios de comunicación de masas era aún incipiente, comparada con la actual omnipresencia, una parte muy importante del quehacer del Grup de Treball se centre en la disección de la prensa, en el análisis de la manipulación de la información y en la reflexión sobre la relación entre lenguaje y arte. Nadie escondió tampoco la presencia de militantes y simpatizantes del PSUC entre los miembros de este colectivo. Pero Inma Julián se encargó de matizar que, en aquellos tiempos, "partido no había más que uno". Así pues hay que añadir el calificativo de clandestino al trabajo del Grup de Treball. El Colegio de Arquitectos y, especialmente, el Instituto Alemán de Barcelona proporcionaron el cobijo y la protección imprescindibles acogiendo las reuniones clandestinas de este grupo de artistas.
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