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CATÁSTROFE EN COLOMBIA

El grito angustiado de una caja de música

Los equipos de rescate localizan sin vida a una anciana que atrajo su atención con ua melodía

"Si hay un infierno, Armenia lo vivió el lunes". Con estas palabras, una mujer resumió la situación de esta ciudad semidestruida que ayer gemía. No se trata de una figura literaria. La mitad de los escombros en los que se convirtieron 800 edificios todavía no habían sido removidos y desde sus entrañas se escuchaban los gemidos y lamentos de los supervivientes. Quien no podía articular sonido, utilizaba otros medios. Los socorristas lucharon ayer en vano para rescatar con vida a una anciana que atrajo su atención hasta el lugar en el que estaba atrapada con el sonido de una caja de música. Cada vez que los equipos de rescate preguntaba si había alguien con vida, la melodía se activaba. Las gruesas placas de hormigón que la cubrían impidieron rescatarla a tiempo. Era la madre de Jorge Raúl Rosa, el director del hospital de San Juan de Dios .Y en medio de la desesperanza de muchos -"No espero nada; es imposible que mi hermano esté con vida", contó con voz entrecortada un hombre plantado frente a un edificio de cinco pisos que se desmoronó-, se dieron historias milagrosas de personas que fueron rescatadas de entre los escombros. Un grupo de voluntarios removió con palas y a mano las ruinas para auxiliar, en la noche del lunes, a tres atrapados que permanecieron 14 horas bajo los escombros y bajo las dos cajas fuertes de la casa de empeños en la que se encontraban cuando se produjo el seísmo y que les salvaron la vida.

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Otros no tuvieron tanta suerte. Lina, una enfermera, pasó la noche entera frente a los restos de lo que fue su vivienda esperando oír el llanto de su bebé de nueve meses o alguna señal que le hiciera pensar que su madre y su hermana estuvieran a salvo. A las ocho de la noche, un grupo de jóvenes logró rescatar a la madre. Pero, a medida que pasaban las horas, Lina empezó a aceptar la dolorosa verdad: su bebé y su hermana estaban muertos. Tampoco podrán empezar la nueva vida que vinieron buscando a Armenia tres futbolistas argentinos y su representante, que llegaron a la ciudad para firmar un contrato con un equipo local. Ayer fueron encontrados sus cadáveres.

En medio de tanto drama, no se conocía la suerte de los 15 bomberos de Armenia que a la hora de la tragedia celebraban un almuerzo para sus hijos. El edificio de cuatro pisos se les vino encima. También les cayó sobre sus cabezas el techo del cuartel a los policías de la ciudad. Diecisiete agentes murieron y 15 quedaron heridos.

Los 280.000 habitantes de Armenia no respetaban el toque de queda nocturno porque nadie se atrevió a dormir en sus casas. Hombres, mujeres y niños improvisaron tiendas de campaña y pasaron la noche en vela en parques e instalaciones deportivas. Hileras de personas cargaban ayer sus enseres en busca de un refugio. "Armenia se acabó", dijo el director de la Policía Naciona, Rosso José Serrano, después de sobrevolar la ciudad. Las labores de rescate avanzaban lentamente por falta de equipos, por la lluvia y la falta de luz, y por las réplicas del temblor que se han seguido sintiendo en la zona afectada. En Pereira -según el gobernador de Risaralda-, los muertos son 40, y las pérdidas materiales, incalculables. Las casas de los más pobres y la mayoría de los centros educativos se derrumbaron.

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