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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La batalla financiera

LAS NEGOCIACIONES sobre la financiación de la UE para los años 2000 al 2006 empiezan finalmente a moverse, con lo que se podría llegar a un acuerdo en marzo o, como tarde, antes del verano. España no podía quedar ajena a estos movimientos, de momento más subterráneos que declarados, so pena de encontrarse con un acuerdo pactado por los demás. Dos factores han cambiado: por una parte, los europeos parecen comprender que hay un desequilibrio en las cuentas alemanas -un saldo negativo de unos dos billones de pesetas-, pero que su corrección va a ser pequeña; por otra, que el problema no puede resolverse a costa de los más pobres, es decir, los llamados países de la cohesión.Para llegar a una fórmula aceptable en esta ardua negociación habrá que reformar tanto el sistema de ingresos de que se nutre la UE como los gastos comunitarios. Que los ingresos dejen gradualmente de depender tanto del nivel de consumo de cada país, a través de la aportación en IVA, y respondan más al peso de las economías nacionales en el conjunto de la UE resulta razonable, aunque menos justo que una aportación según la riqueza por habitante. En cuanto a la reducción de gastos, el alejamiento del horizonte de la ampliación de la UE aporta un mayor margen de maniobra. Pero va a resultar inevitable tocar los fondos estructurales y, de una forma u otra, la vaca sagrada de la Política Agrícola Común. Puede así resultar que los huesos más duros de roer sean los dos países más perjudicados: la inestable Italia y Francia. Y las tensiones entre Bonn y París por el efecto en la industria francesa de la desnuclearización alemana son una complicación añadida.

El PSOE critica que el Gobierno de Aznar aplicase antes el todo o nada como estrategia y ahora haya girado sin saber por qué. Es decir, que actúa como una veleta. Aunque así fuere, la posición negociadora española ganará fuerza si los socialistas evitan el error de Aznar en la oposición y apoyan al Gobierno en este quehacer, en el que España se juega más del 1% de su PIB en transferencias netas de la UE, no sólo en el Parlamento, sino también en Europa. Con tal refuerzo, que requiere romper la incomunicación existente entre socialistas y populares, aumentarían también las posibilidades de situar a ciudadanos españoles en puestos significativos de las instituciones comunitarias, incluida la presidencia de la Comisión Europa. Que haya posiciones partidistas diferentes, e incluso contrarias, en muchos asuntos no significa que no existan espacios de consenso entre ambas formaciones. Europa debe ser uno de ellos.

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