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Crítica:CANTO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tenor carismático

Cuenta Pavarotti en sus memorias que uno de sus sueños infantiles era el de construir un avión verdadero que pudiera volar. El proyecto le fascinaba y a él se dedicó con tenacidad hasta que tuvo ocho o nueve años. Fue, seguramente, su primer contacto con la tecnología y, tal vez, su primera frustración.La Asociación Nacional de Industrias Electrónicas y de Telecomunicaciones ha celebrado con Pavarotti su 25º aniversario. Indirectamente, es una reparación a la desilusión de aquel chaval. La tecnología y la música han vuelto a juntar sus fascinaciones mutuas.

Pavarotti dejó su avión imposible hace ya mucho tiempo, y se dedicó a contagiar ilusiones por todas partes con su voz artesanal. Aniel hace una tregua de sus desarrollos tecnológicos y se entrega por un día al primitivo encanto de la voz humana sin manipular. La alianza es de lo más oportuna.

Luciano Pavarotti (tenor)

Piano: Leone Magiera. Obras de Bononcini, Beethoven, Scarlatti, Bellini, Donizetti, Puccini y Tosti. 25º aniversario de Aniel (Asociación Nacional de Industrias Electrónicas y de Telecomunicaciones).Teatro Real. Madrid, 18 de enero.

Luciano Pavarotti es un tenor carismático. Fascina desde la personalidad de un color vocal, cálido e inimitable; desde un estilo dulce y popular; desde una figura ingenua y afectiva, con su inseparable pañuelo-servilleta, los brazos abiertos y una sonrisa siempre dispuesta.

Pavarotti es el tenor de las fiestas. Lo invitó el Athletic de Bilbao hace menos de un año, con motivo de su centenario. El tenor-futbolista se transformó ayer en el tenor-electrónico, cosas del espectáculo, sin renunciar ni una pizca a su imagen afable e inconfundiblemente familiar.

Sabe Pavarotti lo que puede cantar mejor a estas alturas de su carrera, y así escoge a unos autores en que la melodía es prácticamente todo. El tenor de Módena frasea con limpieza y subraya con libertad a la napolitana algunas sílabas. No es su arte el de Roberto Murolo, pongamos por caso, en la esencia de un desgarro popular, pero sí posee una belleza suave, ligeramente cariñosa y cargada de morbidezza.

Los mejores momentos

Sus mejores momentos los tuvo en las canciones de Bellini y Tosti, pero también en una deliciosa Recóndita armonía, de Tosca, en el Lamento de Federico, o en una canción napolitana de Donizetti.Hay elegancia y gracia cuando se enfrenta al belcanto o a las canciones de salón. Algunas frases son inolvidables; en otras roza lo trivial. "Mi antigua pasión es inextinguible", dice con Bellini, para proseguir con una envolvente Melancolía, ninfa gentil. En Tosti, La última canción o una deliciosa La boquita marcaron las cotas más altas.

Mantiene Pavarotti un sentido formidable de la intuición, de la intención, del instinto creativo. Es un cantante directo, a ras de tierra, un ángel rabiosamente humano. El dominio portentoso de la melodía oculta en ocasiones deficiencias de matiz en la regulación.

Disimula su capacidad respiratoria actual con la administración inteligente del vibrato. Con algún adorno y con algún silencio de recuperación quizá excesivo entre frase y frase. Tiene en Leone Magiera un pianista de extraordinaria complicidad. Se conocen muy bien y eso siempre ayuda.

Resolvió Pavarotti el Adiós a la vida, de Tosca, sin especial dramatismo, se complicó la vida en su testimonial Una furtiva lágrima, de El Elixir de amor, y fue un poco anodina la Donna è mobile, de Rigoletto, ofrecida como cuarta propina en medio de la apoteósis.

Las piezas más antiguas de Bononcini, Scarlatti y Beethoven, con las que abrió el recital, tuvieron justa corrección. A esas alturas, el tenor aún no arriesgaba.

Posee Luciano Pavarotti un sentido del canto profundamente italiano. Hasta la Canción del adiós, de Tosti, que cantó en francés, tuvo el ritmo y las cadencias de la lengua de Dante. ¿Se imaginan a Pavarotti cantando a Wagner como María Callas? Imposible.

Popularidad

Tal vez las claves de la renovada popularidad de Luciano Pavarotti se pueden resumir en dos o tres cuestiones: imagen familiar y entrañable, inmediatamente identificable; esencia popular, cálida y directa, del canto; repertorio con raíces profundamente melódicas.Lo impresionante es volver a comprobar cómo transmite, cómo seduce. El público de la electrónica y las telecomunicaciones se entregó a su peculiar modo de estar y de cantar. Su carisma es tan arrollador que invita a pensar por qué y dónde se ha perdido la capacidad de fascinación en las nuevas generaciones.

Lírica y tecnología

Se presentía que Luciano Pavarotti iba a tener una buena noche. No era únicamente cuestión de adivinanzas fortuitas o de deseos. El tenor de Módena había aceptado que su recital se grabase en directo para un registro discográfico del sello Decca. Una buena señal para que no fallen los pronósticos.Lo advirtieron por megafonía y, así, algunos suspicaces comprobaron que ciertos micrófonos distribuidos por el escenario eran para captar la voz y no para amplificarla electrónicamente. Había mucho ingeniero entre el público -José Borrell, por ejemplo- y, ya se sabe, el micrófono, al igual que las grabaciones, son probablemente las principales aportaciones de la tecnología al desarrollo de la lírica y hasta de la música.La mujer del presidente del Gobierno, destinataria de una de las propinas, fue bautizada por Pavarotti como Ana Botela. Ni en la pronunciación abandonó el tenor su profunda identificación italiana.El público aplaudió todas y cada una de las canciones. No se oyó durante la actuación ningún teléfono móvil (en realidad uno, muy difuminado, en el anfiteatro) lo cual tiene su mérito cuando en el descanso casi todo el mundo lo sacó para comunicarse con el exterior del teatro.El gran aficionado musical Jesús Banegas, presidente de Aniel, había anunciado una reunión social y al final se encontró con que la magia de la voz se había adueñado de las bodas de plata.

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