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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más vertidos

LOS VECINOS de Huelva, cerca de 150.000, conviven resignadamente con la contaminación procedente de las fábricas del polo químico, algunas ubicadas a menos de dos kilómetros del casco urbano. Además, en las marismas del río Tinto, a unos 500 metros de la ciudad, se acumulan 80 millones de toneladas de fosfoyesos, unos residuos industriales que durante 30 años han depositado allí las empresas Fertiberia y Foret, pertenecientes a la denominada Asociación de Industrias Químicas y Básicas (AIQB) de Huelva. Esas balsas ocupan ya una extensión de terreno superior a la de toda la capital onubense.Los incidentes medioambientales se han sucedido en Huelva durante todo el pasado año. El último, el pasado 31 de diciembre: la rotura de uno de los recintos de las balsas de fosfoyesos ocasionó el vertido de 50.000 metros cúbicos de agua ácida a la ría de Huelva. Además, entre marzo y octubre, la factoría de la Empresa Nacional de Celulosas (Ence) originó un total de seis incidentes medioambientales, que provocaron una advertencia a la empresa por parte de la Delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía para que rebajara sensiblemente su proceso de producción bajo amenaza de sanción.

Los vecinos de Huelva contemplan con escepticismo la posible dureza de las actuaciones administrativas contra las fábricas. Se han acostumbrado a vivir junto al peligro. Además, ni los sindicatos ni las asociaciones de vecinos reivindican decididamente el medio ambiente, más preocupados por los puestos de trabajo y los beneficios económicos que generan las fábricas. El polo industrial proporciona el 15% del producto interior bruto (PIB) de Huelva.

La bandera del medio ambiente la enarbolan en exclusiva los ecologistas e Izquierda Unida (IU), en ocasiones desde posiciones extremas. Ambos colectivos esgrimen, cada vez que ocurre un incidente, el llamado informe Esturión, un estudio realizado en 1993 por la Agencia de Medio Ambiente de la Junta en el que se asegura que la ría onubense recibe cada año más de 131.000 toneladas de residuos sólidos en suspensión, que en un 40% proceden de los ríos Tinto y Odiel.

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El portavoz de IU en el Ayuntamiento de Huelva ha anticipado que presentará una denuncia judicial contra la Administración y las empresas responsables del vertido de Nochevieja, al tiempo que convocaba una movilización ciudadana contra lo que calificó como "un desastre ecológico superior al de Aznalcóllar". Seguramente es una exageración, pero es del todo alarmante la proliferación de incidencias de esta naturaleza en Andalucía. La rotura de la balsa minera de Aznalcóllar fue el desastre medioambiental más grave de España durante 1998, un año marcado por una sucesión de conflictos entre las administraciones central y autónoma para endosarse la responsabilidad de lo ocurrido. Otro grave suceso registrado en 1998 fue la contaminación radiactiva provocada por la quema de chatarra con un componente nuclear en la factoría de Acerinox en Algeciras. Mientras tanto, en la localidad onubense de Nerva sigue latente un enfrentamiento civil entre vecinos partidarios y detractores de la instalación en su término municipal de un vertedero de residuos tóxicos.

La lista de conflictos, accidentes graves y denuncias de desidia en la defensa del medio ambiente es demasiado extensa como para despacharla con el argumento de que los ecologistas exageran. De hecho, la Unión Europea abrió en mayo un expediente informativo contra Fertiberia por vertidos contaminantes en las balsas de fosfoyesos. Las administraciones públicas, en sus diversos niveles, están obligadas a tomar medidas para que la industria sea compatible con la supervivencia de las especies. Singularmente, la del hombre.

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