La sanidad pública, en la picota
La privatización encubierta de la sanidad no ha hecho más que empezar. Así, la propuesta del PP de convertir los hospitales en fundaciones sanitarias no es más que el principio del fin de la sanidad pública universalizada. De hecho, esta idea de gestión privada de la sanidad no es algo nuevo en el Estado español, puesto que en Cataluña la Generalitat (en la misma línea neoliberal del Gobierno central) tiene actualmente 27 centros de asistencia primaria del Servei Català de la Salut gestionados por sociedades privadas. Pues bien, la consecuencia práctica de todo ello para el ciudadano catalán no ha sido la mejora del servicio, sino todo lo contrario, ya que ha producido un aumento de las irregularidades jurídicas, del tráfico de influencias y de la degradación del servicio a los enfermos en aspectos puntuales como el empeoramiento de la calidad de la comida (en el caso de los hospitales, donde el servicio está subcontratado a una empresa privada).
Imaginemos lo que pasaría si se privatizan todos los servicios de todos los hospitales del Estado. Por otra parte, este sistema liberalizador, además de no ser tan eficiente como piensan (por razones ideológicas) sus partidarios, fomenta mucho la corrupción, puesto que estos consorcios (en el caso de Cataluña) subcontratan los servicios, sin control, a terceras empresas (al 100% privadas) cuyos propietarios y/o accionistas mayoritarios son los amigos del mismo color político del partido que gobierna la Generalitat. Supongo que el PP, con los de las fundaciones, ha encontrado la fórmula de hacer más militantes. En resumen, que si no se ataja esta propuesta tan injusta muy pronto tendremos una sanidad privada, de primera división, y una sanidad pública degradada, de segunda división, que a la larga -si se aplican estas teorías- desaparecerá por culpa del deterioro que fomenta el mismo sistema y por la falta de recursos públicos que provocará la reducción de impuestos a los poderosos.-
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