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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacientes impacientes

EL MINISTRO de Sanidad ha pedido a los ciudadanos con síntomas de gripe que acudan a los centros de atención primaria, y no a los servicios de urgencia de los hospitales. Tiene toda la razón, porque los hospitales están para atender problemas más graves. Pero la reciente experiencia de Barcelona, cuyos hospitales se vieron colapsados en los días de cambio de año a causa del cierre festivo de los ambulatorios, indica que no basta con la buena voluntad de los pacientes. La impaciencia de éstos estaba más que justificada tras tener que esperar hasta siete horas para ser atendidos.En España la gripe afecta cada año en promedio al 12% de la población y es causa del 40% de las bajas laborales. El punto de máxima incidencia suele producirse entre finales de enero y primeros días de febrero. El año pasado el brote fue más intenso de lo habitual, ya que el agente causal fue el virus A, que se propaga más fácilmente que el B, que es el de este año, y para el que resulta eficaz la vacuna administrada el pasado otoño a los grupos de riesgo. Pero ello no evita que miles de personas padezcan, cuando llegan los fríos invernales, los molestos síntomas de la enfermedad. Y es normal que, especialmente los padres de niños pequeños, busquen ayuda médica cuando esos síntomas afectan a sus hijos. No se les puede decir simplemente que hay otras prioridades.

El desbordamiento de los hospitales públicos barceloneses este fin de año ha ridiculizado el Plan de Urgencias que la Consejería de Sanidad de la Generalitat había dibujado precisamente para evitarlo. Un súbito, aunque no inesperado, incremento de la demanda de asistencia del 70% colapsó los servicios de urgencia. El resultado: horas de espera para volver a casa con un dignóstico leve. La clave del problema ha sido que los ambulatorios de asistencia primaria estaban desasistidos o literalmente cerrados por vacaciones.

Un hecho grave, porque no sólo obliga al enfermo con jaqueca a acudir a los grandes centros hospitalarios, con unas instalaciones pensadas para socorrer traumas o síntomas graves, sino que refuerza el vicio ciudadano de buscar la atención sanitaria para pequeños problemas en los grandes hospitales obviando la primera instancia, el centro de asistencia primaria. ¿Cómo van a recomendar las autoridades sanitarias al ciudadano que una fiebre puede solucionarse sin más en un ambulatorio si éste cierra por vacaciones? ¿Cómo va a corregirse el peligro de la automedicación si un enfermo que piensa acudir al médico sabe que llegar a la visita le costará siete horas de espera?

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Con el frío viene la gripe, y precisamente porque se sabe que va a venir no puede admitirse que el único remedio sea resignarse al colapso asistencial. Hace falta una información más eficaz para evitar alarmismos infundados. Pero es también necesario tomar nota de lo ocurrido en Barcelona: en periodos de emergencia, no basta reforzar las urgencias hospitalarias si no se toman medidas para mantener abiertos los ambulatorios. Como mínimo, falló la información sobre qué centros estaban disponibles, y eso es lo primero que debe garantizarse en adelante.

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