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Reportaje:

La última oportunidad del "cromero"

El número de asistentes desciende conforme avanza la temporada, pero todavía se puede disfrutar en las mañanas de domingo de un particular e intenso mercado de trueque en la plaza de España de Vitoria, centro vital de la ciudad. Allí se reúnen para intercambiar cromos, junto a filatélicos, numismáticos y vendedores de libro usado, decenas y decenas de chavales (los más, acompañados de sus padres) en los soportales de la entrada por la plaza de la Virgen Blanca. Es el último paso de una afición que comienza normalmente con el reparto de álbumes en las puertas de los colegios. Si hace un siglo, eran las cajas de ahorros las promotoras de las colecciones de cromos, centradas en la geografía o las ciencias naturales, y después los fabricantes de los chocolates que constituyeron la merienda de los mayores de cuarenta años, ahora la iniciativa es de las editoriales, con la italiana Panini a la cabeza. A partir de ese álbum (que también se puede adquirir por unas 150 pesetas), la compra en los quioscos de los sobres de cromos, a 35 pesetas la unidad, permite ir completando la colección. Pero esto sólo no vale. Los aficionados se encuentran con decenas y hasta cientos de cromos repetidos, mientras que algunos huecos del álbum siguen sin rellenarse. Ese es el momento de recurrir al intercambio de cromos con otros aficionados en el colegio, o, como último recurso, acudir los domingos por la mañana en la Plaza de España de Vitoria o la Plaza Nueva de Bilbao (en San Sebastián no existe esta costumbre). Hoy, el fútbol, sus estrellas, entrenadores, los escudos de los equipos, los últimos fichajes, es el rey en las colecciones de cromos, a considerable distancia de los álbumes dedicados a las últimas películas de dibujos de la factoría Disney o a series televisivas infantiles de éxito como Bola de Dragón. La mayor parte de los grupos de intercambio se dedican a buscar, sobre todo, los últimos fichajes y las sustituciones, meta inalcanzable para el coleccionista, que en muchas ocasiones abandona el álbum sin llegar a completarlo. Mercado informal Así se puede comprobar cualquier domingo por la mañana en las plazas citadas, en lo que es una cita convenida sin aviso previo, además de ineludible, para cualquier aficionado. Chicos, sobre todo, de edades diversas, armados de voluminosos tacos de cromos y de una lista con los números que les faltan de completar en su colección se reúnen en pequeños grupos. El tópico dice que disfrutan más los padres que los hijos, recreándose en los recuerdos de su infancia, cuando cambiaban cromos de películas (como aquellos de Robin de los Bosques protagonizada por Errol Flynn), de personajes de tebeo (El Coyote contó con una colección bien popular) y, por supuesto, de aquellas viejas ligas de fútbol animadas por jugadores ya legendarios Pero la citada presencia de los padres obedece más a una suerte de protección que de nostalgia por una afición que a sus años parece inapropiada. De hecho, no son extraños los casos en que chavales de mayor edad les roban a los más pequeños, con progenitores despistados, sus cromos o les engañan en una transacción. Y aunque este particular mercadillo se dedique fundamentalmente al trueque, no faltan las pujas monetarias por los cromos más difíciles. Ahí salen con ventaja quienes cuentan con progenitores y familiares que trabajan en las editoriales y distribuidoras que lanzan las colecciones. Así, los cromos más difíciles se suelen vender entre cinco y veinticinco pesetas, aunque los hay que alcanzan hasta las setecientas pesetas. Es en esos momentos cuando el inocente mercadillo de cambio de cromos se convierte en un trasunto de Wall Street. Siempre quedará, sin embargo, el último recurso de solicitar a la editorial los cromos que faltan, posibilidad descartada por los aficionados de verdad, que prefieren pasar la mañana del domingo recorriendo listas interminables de números, pujando por los cromos más difíciles; todo antes que reconocer que no ha podido concluir la colección por sí mismo.

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