30 años de baja radiactividad
Las balsas de fosfoyesos, situadas a unos ocho kilómetros del casco urbano de Huelva, en las marismas del río Tinto, almacenan más de 80 millones de toneladas de residuos, contenidas por muros de 14 metros, de los que sólo la mitad afloran a la superficie. Estos residuos, de gran acidez, contienen fluoruros y "algo de arsénico", según reconocen los responsables de su gestión. No obstante, el gran objeto de polémica en Huelva ha sido su nivel de radiactividad. Los depósitos de fosfoyesos llevan almacenando desde hace más de 30 años los residuos de las empresas Fertiberia y Foret, instaladas ambas en el polo químico de Huelva. La extensión de las balsas, de 1.200 hectáreas, supera ya a la de la propia ciudad de Huelva.El gran caballo de batalla de los ecologistas de la zona, que han extremado la vigilancia tras el desastre de Aznalcóllar, ha sido exigir al Consejo de Seguridad Nuclear que dé datos sobre las posibles emisiones radiactivas de los fosfoyesos.
Los conservacionistas afirman que las balsas desprenden 10 veces más radiactividad de la que permite la ley (cinco milisievert), un dato constantemente desmentido por los responsables del polo químico.
Por el contrario, un informe de la Universidad de Huelva aseguraba a principios de 1998 que el nivel de radiactividad en la zona es 25 veces inferior al máximo legal.
El CSN llevó la tranquilidad a Huelva el pasado mes de junio. Un informe elaborado por sus técnicos, tras realizar mediciones el 21 y el 22 de abril, concluía que los fosfoyesos emiten una radiactividad de 0,20 milisiever por año. "Es de destacar que una situación más realista, como la que representaría la consideración del habitante más expuesto de la ciudad de Huelva, supondría recibir una dosis un 46% menor" de radiactividad a la máxima permitida, explicaba el documento.
El documento señalaba también que la restauración de la zona y las restricciones actuales de los vertidos industriales "suponen una situación radiológica claramente más favorable".
Los residuos de fosfoyesos, mezclados con agua salada, se envían a través de tuberías desde la propia fábrica donde se producen hasta las balsas para su apilamiento.
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