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Otra vez

Emilio Menéndez del Valle

Si una situación sensata del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no lo remedia, es muy probable que la población iraquí vuelva a ser bombardeada en unas tres semanas. Hablo de los iraquíes y no de Irak o Sadam porque es a ellos, gente normal y corriente, a quienes se les vienen encima las bombas. De muy diversa manera. Acabando con su vida o mutilándoles o abrasándoles. O simplemente impidiéndoles llevar una vida normal. ¿Se imaginan ustedes malviviendo durante ocho años, con hambre, presenciando cómo sus hijos se mueren porque un maldito embargo les priva de alimento y medicina y con la espada de Damocles de ser bombardeados sin previo aviso? O con previo aviso. ¡Qué más da! Así subsisten veinte millones de iraquíes. Todo es cuestión de imaginación, de ponerse en el lugar del otro. Pónganse y reflexionen. ¿Que Sadam es un impresentable? Bien, pero no es él quien lanza las bombas. No lo ha hecho desde hace ocho años. Y las armas (reales) de destrucción masiva utilizadas para eliminar las supuestas armas de destrucción masiva de Sadam las emplean los norteamericanos e ingleses. Y matan, mutilan o abrasan a iraquíes, adultos y niños, no a Sadam. ¿Por qué?¿Qué necesidad hay de actuar así? En el caso de que el rais del Eúfrates dispusiera de armas químicas o bacteriológicas, resulta obvio que la mera amenaza de ser reducido a cenizas por el potencial bélico de Washington evitaría su uso. Si ese recurso funcionó durante 50 años de guerra fría con la Unión Soviética -cuya posesión de genuinos artefactos de destrucción masiva estaba probada- ¿por qué no va a funcionar con Irak? Y en cualquier caso ¿por qué tanta prisa en atacar?

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Pienso que el actual curso de los acontecimientos nos conduce a un peligroso escenario. Estados Unidos -apoyado por el Reino Unido- camina a pasos agigantados hacia la apropiación de funciones que corresponden al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Toma decisiones unilateralmente. El último bombardeo supuso, además, la humillación del Consejo pues lo llevó a cabo cuando éste se hallaba reunido evaluando la crisis. Una política tal afecta a las instituciones y relaciones internacionales. Implica la monopolización del uso de la fuerza por la única superpotencia existente, que impide que la denominada comunidad internacional -en cuyo nombre dice actuar- juzgue si una determinada acción militar sirve los intereses de dicha comunidad o los norteamericanos. El comportamiento sin matices de Estados Unidos excluye a priori posibilidades pacíficas de carácter político, económico y diplomático.

Por otro lado, el machacamiento de los iraquíes contribuirá a la profundización del abismo cultural y civilizacional entre Occidente y el mundo árabo-islámico. Éste se halla cada vez más harto del doble rasero que se aplica respecto al incumplimiento de las resoluciones de la ONU: se castiga a los infieles pero -en una sui generis interpretación judeo-cristiana- se tolera, cuando no se ensalza, a los fieles israelíes, quienes reducen al absurdo a Palestina. Ese mundo está ahíto de ver cómo Washington se arroga el papel de policía del mundo para controlar las zonas que le convienen, incluidas las petroleras. De cómo yerra bombardeando una fábrica de productos farmacéuticos en Jartum (una vez más ¿por qué bombardear tan a la ligera?) que confunde con otro supuesto centro de elaboración de armas, sin que luego se excuse o indemnice, a pesar de que el embajador alemán en Sudán mencionara el carácter civil del objetivo triturado. Hay por otra parte un significativo abismo interno en el mundo árabe. Millones de súbditos, que algunos despectivamente llaman masas árabes, están cada vez más hastiados de aquellos de sus Gobiernos que se pliegan dócilmente al dictado norteamericano. Y las consecuencias son imprevisibles. ¿Quién en Occidente pudo imaginar que 100.000 personas perfectamente organizadas por el (por ahora) movimiento islamista marroquí se manifestarían en Rabat -a pesar de prohibirlo su Gobierno- en protesta por los bombardeos de Irak?

Pocos en Occidente reflexionan sobre hechos de esta naturaleza. Pero el mundo islámico lo hace. Más valiera que la Europa satisfecha -la que sigue acríticamente a los EE UU, sin preguntarse por causas o fines, la que afirma que, "en la duda, siempre con los amigos y aliados"- se pusiera a la cabeza de la manifestación antes de que sea tarde.

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