Tyrannosaurus rex y el cráter de la muerte

Una historia triste para los dinosaurios, pero feliz para el autor del libro, Walter Álvarez, el geólogo de la Universidad de California que postuló hace casi dos décadas la teoría de que los grandes reptiles se extinguieron a causa del terrible impacto de un meteorito. Durante esas dos décadas, Álvarez ha tenido que soportar toda clase de críticas y burlas de parte de sus colegas, pero a diferencia de otros heterodoxos ha tenido la fortuna de vivir lo suficiente como para ver qué la comunidad científica se ha acabado rindiendo a las evidencias y ha debido aceptar su tesis.

Nadie mejor que el propio Álvarez para repasar los acontecimientos de aquel día de hace 65 millones de años que cambió la faz del mundo y, sobre todo, para narrar con modos casi detectivescos el drama humano y científico que ha convertido una herejía hipotética en una teoría consolidada y reveladora. Por una vez, los tonos apocalípticos están más que justificados en los títulos de los capítulos y epígrafes, unos con resonancias fílmicas —"Armagedón, Réquiem por un mundo perdido, Los jinetes del Apocalipsis"—, y otros con aires policiacos: "Los detectives se reúnen, Autopsia de una investigación, La pistola humeante".

El investigador Richard Muller ha calificado la experiencia de Álvarez como "la historia de una de las mayores aventuras de la ciencia del siglo XX", lo que no está mal en la centuria de la relatividad, la mecánica cuántica y la genética molecular. Clasificaciones aparte, es cierto que pocas teorías científicas podrán cautivar más la imaginación que ésta: la historia de una catástrofe horrible que, sin embargo, permitió a los mamíferos salir por fin de su penoso letargo evolutivo.