Palestinos, paz y dinero
NO HACE falta acudir a incidentes como los de ayer en Jerusalén y Ramala para constatar que el acuerdo de paz por territorios entre israelíes y palestinos pende de un hilo desde la sobresaltada firma a finales de octubre, con Bill Clinton como testigo de excepción después de haber intervenido como muñidor. Al término de un proceso de tres meses que comenzó el 20 de noviembre con la retirada israelí del 2% de Cisjordania, y si todo transcurre sin más interrupciones, el primer ministro Netanyahu habrá retirado sus tropas de un 13% de la tierra que ahora domina, y el 40% de la margen occidental del Jordán estará bajo control civil palestino.Pero nada sugiere por ahora un final feliz para esas simbólicas concesiones hechas por un Gobierno derechista, prisionero de una alianza con desbocados partidos religiosos. Continúan los asentamientos ilegales y continúa también la confiscación de tierras para la construcción de las carreteras que deben sortear el laberinto de enclaves palestinos. Éstos temen, no sin razón, que entre una cosa y otra acaben perdiendo un territorio equivalente al que Israel se ha comprometido a devolver.
En medio de tan inquietante paisaje, casi la única buena noticia es el compromiso occidental alcanzado esta semana en Washington para ayudar a la Autoridad Palestina en los próximos cinco años con 3.000 millones de dólares, de los que la Unión Europea aportará 2.000. Es una aportación importante para un Gobierno que cuenta con un presupuesto anual que no llega a los 900 millones de dólares. Pero el aspecto más importante de la noticia es su valor pedagógico acerca de los beneficios materiales que acarrea preseverar en el camino de la paz después de medio siglo de hostilidades y a pesar de las tremendas dificultades surgidas en el cumplimiento de los acuerdos de Oslo. La economía palestina está sufriendo un desplome continuado que favorece las posiciones palestinas más extremas de quienes no cesan de torpedear el proceso de paz.
Pero la ayuda internacional exige también que Arafat corte los graves casos de corrupción denunciados en su Gobierno. El pasado verano, una auditoría interna encontraba serios indicios de fraude y despilfarro en la Administración. El líder palestino, que acogía con alborozo la ayuda anunciada en EE UU, debe saber que su causa alcanzará tanta mayor legitimidad cuanto más rigurosa sea la lucha contra los corruptos que se apropian de lo que por derecho pertenece a su maltratado pueblo.
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