El largo proceso contra un tramo mal diseñado

La importancia del diseño de una carretera para garantizar una mayor seguridad quedó trágicamente patente en el conocido caso de la Ruta de la muerte. Se llamó así al tramo comprendido entre los kilómetros 77,6 y 97,5 de la N-232, que va de Bailén a Motril. En esta carretera, abierta en marzo de 1987, se registraron en cinco años 240 accidentes con un resultado de 60 fallecidos, 165 lesionados graves y 262 lesionados leves.

La peligrosidad de este tramo, mal señalizado, mal peraltado y mal asfaltado, originó la creación de una asociación de perjudicados que aún pelea ante los tribunales por que se haga justicia. La asociación empezó pidiendo, sin resultado, la mejora de este tramo. Sólo unos meses después de presentar una denuncia contra el entonces jefe de Carreteras de Andalucía Oriental, Rafael Villar Rioseco, se hizo tal mejora y cesaron los accidentes. Pero para entonces ya había demasiadas víctimas y el proceso legal, ahora dirigido por el abogado Enrique Hernández-Carrillo, aún continúa su azaroso camino. Por dos veces, el juez instructor archivó el caso. Por dos veces, la Audiencia Provincial de Granada lo ha reabierto. El pasado día 1 de octubre ordenó la apertura del juicio oral contra Villar, por presunta "prevaricación y delito de imprudencia temeraria". Aún está pendiente la fijación de la fecha.

En el futuro no habrá que esperar a los muertos y las denuncias para reformar un tramo peligroso. Habrá vehículos especialmente diseñados para calibrar la seguridad de una carretera antes de abrirla al tráfico. Los coches tendrán sensores de obstáculos, evitarán los choques frontales y estarán construidos con materiales que absorberán aún mejor los golpes. Pero, hoy por hoy, ningún vehículo puede dar garantía de seguridad en un choque contra un muro de hormigón a más de 50 kilómetros por hora.