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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Asombro

Me refiero a la carta al director que hoy se publica en EL PAÍS, firmada por el señor Elorza, a propósito de una columna que publiqué ayer en ese periódico (La extradición). Me resulta difícil sobreponerme al asombro que la carta me ha producido; qué le vamos a hacer si el art. 24 de la Constitución dice que "todos tienen derecho a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia". Todos, también el señor Pinochet si al fin es juzgado aquí, como muchos deseamos, o los etarras autores del atentado de Hipercor, o los secuestradores de Ortega Lara. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que sólo una sentencia firme después de un juicio con todas las garantías suprime esa presunción de inocencia. No es raro que la gente no entienda estas cosas, los derechos fundamentales, las garantías constitucionales, en fin, el Estado de derecho; pero me sorprende que tenga oscura noción de ello el señor Elorza, que confunde tan cándidamente el juicio penal y la opinión histórica, que se asombra de que la presunción de inocencia se aplique a algo más serio que las faltas, que se hace un lío con esas categorías aplicadas a personas fallecidas, se trate de Hitler, Mussolini, Stalin, Pol Pot, Nerón o Herodes el Grande, susceptibles sólo de enjuiciamiento histórico, pero no penal, porque hace ya tiempo que desapareció el juicio penal de los difuntos, como en los gloriosos días del Antiguo Régimen en que desenterraban cadáveres para echarlos a la hoguera.

Y me sorprende más todavía que el señor Elorza no sepa leer, en este caso mi columna, aunque quizá yo tenga parte de culpa por referirme a conceptos que, al parecer, le escapan. Para aclararle mi posición en términos que quizá le sean más accesibles, digamos que en este asunto me identifico, más que con nadie, con lo que ha hecho y dicho el señor Garzón, juez instructor del caso. Pero con el señor Garzón, no con las tricoteuses que en el mundo son y han sido, aunque tomen el empaque histórico y filosófico más solemne.

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