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Antídotos contra la guerra comercial

Uno de cada ocho ciudadanos vascos trabaja en el sector comercial, un mundo donde colisionan infinidad de intereses: los minoristas tradicionales contra las grandes superficies, unos ayuntamientos contra otros, el centro contra la periferia, todos contra todos. Y en medio, el consumidor. El País Vasco no ha sido ajeno al debate, aunque ha llegado más tarde que a otras comunidades autónomas y países europeos. Ha sido necesario esperar hasta esta legislatura para que se desatara la tormenta. Porque hasta entonces se habían implantado algunos hipermercados, avanzadillas del verdadero desembarco de grandes superficies. Es en los últimos años cuando el fenómeno se ha extendido hasta equipararse a las cifras europeas. Euskadi alberga ahora una veintena de establecimientos con más de 2.000 metros cuadrados, esto es, poco más de diez por cada millón de habitantes. Sus tamaños son dispares, desde los 70.000 metros del centro comercial Artea (Leioa), inaugurado este año, hasta los centros urbanos más de bolsillo. Cada nuevo gran centro comercial abierto ha sublevado irremediablemente a los comerciantes de la zona. Así que, para amortiguar los golpes y equilibrar la balanza, el Departamento de Comercio, Consumo y Turismo ha desplegado varios instrumentos. Por una parte, el Plan de Revitalización Comercial (Perco), creado en 1994, ha tratado de potenciar y profesionalizar los comercios de los núcleos urbanos, buscando un entorno favorable. Elementos como la peatonalización de las calles céntricas o la introducción de los establecimientos en la red de Infovía han resultado básicos en su desarrollo. Pero el empuje de los hipermercados quedaba sin resolver. Para ello se confeccionó un decreto a principios de este año, el 20 de enero, que ordena la implantación de los grandes centros comerciales. Trató de ejercer de paraguas, pero nunca llueve a gusto de todos. Los minoristas vizcaínos, agrupados en la asociación Cecovi (17.000 afiliados), lideraron la oposición a la norma y la recurrieron ante los tribunales. Se sentían marginados, aunque el decreto reserva al pequeño comercio el 55% del negocio. Con ello, el Gobierno vasco no quería posicionarse a favor de unos ni de otros. "Pensamos que de la convivencia se benefician los buenos profesionales, tanto si pertenecen a un sector como a otro. Y por supuesto, también los ciudadanos, los consumidores. Además, todo esto abarata la microeconomía", recalca la socialista Rosa Díez, máxima responsable del departamento durante siete años, hasta la salida del PSE del tripartito. El decreto ha ordenado el sector, pero, por mucho que lo pretenda, nada ha podido hacer para apaciguar algunos ánimos. Los pequeños comerciantes siguen afilando las uñas cada vez que se instala un híper en la ciudad. Algunos, no obstante, han preferido unirse a este tipo de proyectos. El fenómeno de los híper no sólo afecta a los vendedores. También a los ayuntamientos, a algunos grupos políticos e incluso a gentes de un mismo partido. En Guipúzcoa, coincidieron en el tiempo dos grandes empresas, Pryca y Eroski, con intereses cruzados. La primera se fijó en unos terrenos de Hernani -gobernada por EA- para construir un híper. Eroski eligió un lugar ubicado entre Lasarte (PSE) y Usúrbil (HB) para lo mismo. El pulso, donde tomaron parte los ayuntamientos con acusaciones recíprocas, lo ganó al final la cooperativa vasca. También levantó polémica la intención de incluir una superficie comercial en el proyecto de Abandoibarra de Bilbao, aunque se ha diluido porque el plan no saldrá adelante antes de tres años. La batalla se ha trasladado a Vitoria en el último año. Todas las Administraciones están de acuerdo en construir en Echávarri Viña -a cinco kilómetros de la capital- el segundo centro más grande del País Vasco, con 65.000 metros cuadrados. Pero el alcalde vitoriano, José Ángel Cuerda, se ha alzado contra sus compañeros del PNV y ha anunciado un recurso en los tribunales. Defiende la teoría de edificar estos centros dentro de los barrios y con dimensiones más reducidas en vez de los parques periurbanos. En el seno del PNV también existe un debate. La propia consejera actual, Belén Greaves, ha anunciado que, si su partido sigue al frente del departamento, modificará la ley para "equilibrar la implantación de los grandes centros". Pendientes de los horarios En este tiempo se ha acentuado una evidencia: el sector comercial forma una piña para defender sus intereses. Lo demostró el último Día de la Constitución, cuando Eroski tuvo que dar marcha atrás en su intención de abrir sus puertas. Existe un gran pacto por el que se respetan los días festivos y unos horarios más bien rígidos. Sólo en unas pocas ocasiones se lleva a la práctica la ley que, en realidad, permite la libertad de horario. De momento, se dan contradicciones como que Bilbao, resurgida gracias al efecto Guggenheim, pueda tener sus comercios cerrados un día en que reciba miles de visitantes. "El tiempo hará replantearse esto", anuncia Belén Greaves. Por ahora, las leyes del mercado están patas arriba: la oferta somete a la demanda. En la última legislatura se ha consolidado la política de apoyo desde el Departamento de Comercio a las exportaciones e implantación exterior de las empresas vascas, criticada en sus albores y ahora defendida por todos. Las cifras lo avalan: el comercio exterior se incrementó el año pasado en un 142% con respecto a 1996. "En toda nuestra gestión hubo una dinámica vanguardista y demostramos que el sector podía generar economía y empleo", afirma Rosa Díez.

La Concha y la "ballena"

Turísticamente, la legislatura que está a punto de expirar pasará a la memoria porque la bahía de San Sebastián ha dejado de ser la imagen más proyectada por el País Vasco en el exterior. A La Concha le hace sombra ahora una enorme ballena -o lo que sea- surgida del cartabón del arquitecto Frank Gehry; un producto americano que, paradójicamente, representa al País Vasco moderno. El Museo Guggenheim se ha adornado de cifras desde su misma inauguración, el pasado 19 de octubre. El inevitable debate en torno a los 22.000 millones que costó su construcción, ya superado, se ha sustituido por el análisis de lo que la pinacoteca ha aportado a la economía vasca. Los casi 1.400.000 visitantes en este primer año han generado riqueza a Bilbao y a su comarca, indudablemente, pero también a Álava y Guipúzcoa. El peso específico del turismo en el producto interior bruto (PIB) de Euskadi aumentará este año un 30% con respecto a 1997, de modo que pasará a representar un 4% del total. El Guggenheim ha relanzado el sector, pero ¿qué panorama había antes? Rosa Díez, consejera durante dos legislaturas, hasta la salida de los socialistas del Gobierno vasco, habla de una labor previa de siembra: "El museo sólo ha producido un efecto multiplicador. Si durante los siete años anteriores no hubiésemos puesto los instrumentos necesarios, el Guggenheim habría tenido un efecto muy limitado, sobre todo en cuanto a los turistas extranjeros. De hecho, el turismo aumentó en un 35% antes del año pasado". De una forma u otra, queda claro que el País Vasco ha descubierto en los últimos años una nueva vía de negocio, al margen de las fórmulas tradicionales de la industria y el comercio. Han transcurrido dos años desde que se superó el millón de viajeros en los hoteles, el equivalente a la mitad de la población vasca. Casi el 30% de los visitantes procede del extranjero.

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