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Curar mejor sin gastar más

Naiara Galarraga Gortázar

Concienciar a la ciudadanía de que la sanidad pública no es un pozo sin fondo es una de las obsesiones que ha acompañado a Iñaki Azkuna (PNV) desde que hace dos legislaturas se estrenó como consejero. Aunque ha barajado a menudo la idea de entregar a cada paciente una factura informativa para que sepa cuánto ha costado a la arcas públicas su tratamiento, su segundo mandato terminará sin haber hecho realidad esta política de concienciación radical. La revolución para sacar el máximo provecho a las pesetas disponibles -"que son las que son, las que nos autoriza el Parlamento", recuerda Azkuna siempre que tiene ocasión- ha empezado desde dentro. Aprobada el pasado junio, la Ley de Ordenación Sanitaria sienta las bases, teóricas, para que la sanidad pública sea capaz de cubrir la creciente demanda con el presupuesto de que dispone, que también crece pero menos. La revolución que encabeza Azkuna pretende que los hospitales, clínicas, médicos enfermeras,..., en definitiva, la red de Osakidetza, ofrezca mayor y mejor servicio sin que el presupuesto se dispare. La consejería lo denomina, al mejor estilo de empresario puntero, "optimizar los recursos". Sindicatos y oposición se han quedado casi afónicos acusando a Azkuna de imprimir un carácter demasiado empresarial a un servicio público como la Sanidad. Los portavoces de la consejería replican que las reglas del sector privado se aplican de modo selectivo y que en lo esencial, este servicio se sigue sometiendo a las normas del sector público. El sindicato de enfermeras de Euskadi, Satse, acusa al Departamento de mejorar la calidad de la atención a los pacientes a costa de un mayor trabajo de las 5.000 enfermeras empleadas en la red. Una de ellas da un par de ejemplos. En su hospital, el de Guipúzcoa, a los pacientes ya no se les da agua embotellada, sino del grifo; y como las estancias se han reducido, son más las recaídas que también hay que atender. Satse asegura que "es práctica habitual" y, "siempre por razones organizativas", que las enfermeras sean obligadas a trabajar más de un turno, trasladarse temporalmente a un servicio que desconocen o ir a trabajar cuando les toca librar. Un veterano traumatólogo del Hospital de Santiago, en Vitoria, asegura en cambio que él no ha notado cambios, ni nadie le ha pedido que mire más la peseta: "No he tenido que prescindir nunca del tratamiento que consideraba el más adecuado". Se sabe bien la teoría de la reforma porque recibió un cursillo de 40 horas sobre el tema. Los pacientes han notado, según los datos de Osakidetza, múltiples mejoras esta legislatura. El médico de cabecera les dedica más tiempo: 6,9 minutos de media en 1997, frente a los 6,4 de 1995. Las listas de espera para pasar por quirófano se acortaron en ocho días durante el año pasado. El gasto sanitario por cabeza creció de 101.826 pesetas a 112.194. Sanidad ha apostado muy fuerte por restringir, en la medida de lo posible, la hospitalización en favor, recalca, del bienestar del paciente, no del ahorro. Cada día, 90 personas vuelven a su casa horas después de sufrir una operación quirúrgica. También a diario, 221 personas están hospitalizadas a domicilio -sin tener el alta están en casa, donde les controlan unidades móviles de médicos-, 345 pacientes se someten a diálisis, quimioterapia,... sin necesidad de quedar hospitalizados. Involucrar a la plantilla El médico vitoriano sí defiende la necesidad de gastar mejor los fondos que hay. "En teoría estoy de acuerdo con la filosofía", pero precisa: "El caballo de batalla es cómo se involucra a los trabajadores". Es decir, que desde el camillero, hasta el cirujano pasando por la auxiliar saquen el máximo jugo a su jornada laboral. "No estamos preparados, ni nos apetece", asegura el traumatólogo. El médico augura el fracaso de la reforma si los responsables políticos de Sanidad no logran concienciar a la mayoría de los 21.000 trabajadores de Osakidetza. Su mayor crítica hacia los autores de la reforma es que sólo "conocen los hospitales en papeles". Y la vida cotidiana en los pasillos es otra: "Tienen gente [pacientes y trabajadores], que se queja, a veces con razón, otras no,...".

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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