Trillo dio a los diputados licencia para escuchar

El presidente del Congreso, Federico Trillo, abrió ayer el debate sobre la ampliación del aborto con una sorprendente petición a las señorías de ambos bandos: "Es sobradamente conocido que no se pueden hacer comentarios a favor o en contra ".Hombre, hay que estar con Trillo en que comentarios a favor, lo que se dice comentarios a favor, no han abundado en la reciente historia de ese salón de plenos. La forma en que ciertas señorías suelen expresar sus adhesiones y desacuerdos es -ésa sí- sobradamente conocida, y pertenece menos al género gramático que al anaeróbico.
Pero el caso es que la admonición de Trillo pareció surtir efecto. En estos días en que tanto han proliferado las referencias al género fílmico del espionaje, cabe interpretar que el presidente del Congreso otorgó ayer a los diputados una verdadera licencia para callar.
Las piernas, los tacones y las gargantas emprendieron en punto muerto su personal viaje al centro: ayer no habría nueces, pero tampoco hubo ruido.
Y no es que los oradores no intentaran incendiar los ánimos. Cristina Almeida, por poner un ejemplo, logró mentar en pocos minutos la vuelta a las trincheras, la iglesia de la Almudena, las perversiones de la ley D"Hont, el vestido de Lewinsky, las bombas del Sudán, las agujas de hacer punto de la partera, las virtudes de la continencia y las roturas de los preservativos, antes de concluir dirigiéndose a sus señorías: "Si no fuera por la hipocresía, más de uno saldría rojo de este hemiciclo". Pero nadie salió, ni rojo ni colorado.
También se refirió Almeida a que, debido a la desinformación o a la desidia, España siempre ha estado llena de "oginitos". Pero esto lo expresó mejor Álvaro de la Iglesia hace ya muchos años: "Si Ogino se le llamase al niño que se tuviese porque el método fallase, cuántos oginos hubiese".
En la sobradamente conocida balsa de aceite de la carrera de San Jerónimo, lo más parecido a un motín fue el sonoro "¡haleeee!" con que los diputados obsequiaron a la oradora de IU, María Jesús Aranburu, por la siguiente soflama: "A pesar de todo, aún es posible ganar la batalla a la irracionalidad". Como se ve, tampoco había para tanto.
Fue precisamente Aranburu quien brindó las más luminosas muestras de oratoria califal, entre las que cabe destacar las siguientes perlas memorables (o diamantes para la eternidad habría que decir en este caso): "A fin del siglo XX no se puede pretender que restablezcamos el derecho penal". O esta otra: "Es preciso que la derecha decrete el final de las hostilidades, el final de la cruzada". Y ésta: "¿Cómo es posible que les importe a ustedes tan poco la mitad de la humanidad?". Pero nada, todo el mundo callado.
¿Por qué callaban sus señorías? Tal vez haya que buscar las claves en la intervención con que la portavoz popular, Mercedes Fernández, respondió a los defensores de la ampliación: otro viaje al centro en que se pasó cuidadosamente por alto, o por las tangentes, toda referencia a las sanguinarias batallas del pasado sobre el alma de los cromosomas, las aspiradoras de los nasciturus y el desconsolado llanto de las blástulas en estadio de ocho células.
En vez de todo esto, Fernández charló en tono académico y distendido sobre el libro segundo del Código Penal, la ley de residuos y envases, los plazos del oportunismo electoral y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Cuando la socialista Amparo Rubiales quiso salir a replicar, Trillo se lo impidió con el reglamento en la mano: no había mucho a lo que responder.
Poco antes, Rubiales había confesado asistir con pena al espectáculo de los últimos días, que definió como "ruido de casullas" y del que aseguró que había retrotraído la discusión a los modos de la España de 1983, cuando los socialistas plantearon por primera vez la despenalización parcial del aborto.
Los obispos estuvieron sin estar en el Congreso, representados en las múltiples referencias de casi todos los oradores. En palabras de Rubiales, "ni el estado ni ningún grupo social está legitimado para imponer sus convicciones por la vía del derecho penal".
Rosa Aguilar, de IU, expresó a la salida su intención de poner en marcha de nuevo el debate mediante contactos individuales con los diputados.
El resto fueron votos, sumas, restas y un nosequé de ceremonia prefabricada. Habrá nuevas ocasiones: el mañana nunca muere.
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