Wagensberg da 53 ideas que explican la relación de vida cotidiana y ciencia
La verdad, en ciencia, tiene fecha de caducidad. Su vigencia es siempre provisional, en contraste con la revelación y el arte, imperecederos y creíbles. Sin embargo, la convivencia se basa en estos últimos y no sobre lo demostrado con método y conocimiento. "Es la mayor infamia en la historia de la humanidad", dice Jorge Wagensberg.Científico, divulgador, museólogo y pensador, el actual director del Museo de la Ciencia de Barcelona, Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948) acaba de presentar su libro Ideas para la imaginación impura, un texto fragmentado en 53 reflexiones acerca de la ciencia, el conocimiento y su transmisión que ha publicado Tusquets Editores en la colección Metatemas. Según Wagensberg, se trata de dos libros en uno. El primero, de carácter reflexivo, se ha cocinado, explica, "a fuego lento" a lo largo de estos últimos seis años. En él se vierten las ideas y se da cuenta de cómo maduran hasta alcanzar el éxito o el fracaso. El segundo "se ha escrito en 15 días" y representa una contextualización personalizada del autor acerca del proceso que lleva a la generación del conocimiento y su transmisión.
Cada una de las ideas se acompaña de su anécdota, todas ellas sacadas de la vida diaria y de experiencias propias del científico. Por ejemplo, cómo la teoría del caos, algo así como el desorden organizado, influye en un estado de ánimo colectivo o en la percepción de los hechos. Wagensberg lo ilustra en su libro con el gol que erró Julio Salinas ante Italia en la Copa del Mundo de 1994.
La explicación dada por Wagensberg se traslada a otros muchos aspectos del quehacer diario. En ellos discute de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y lo malo y de lo complejo y lo simple; incorpora su compromiso personal: "Si el sistema democrático tiene sentido", dice, "éste es la ilusión por el futuro"; y agrega una cierta dosis de provocación tratando de descubrir contradicciones en la sociedad que, a su juicio, el uso del método científico contribuiría a resolver. Cómo es posible, se pregunta, que 250 personas reúnan tanta riqueza como 2.500 millones de ciudadanos y, en cambio, el voto sea igual para todos. ¿O acaso no lo es? La respuesta podría estar en el método, lo más parecido a la democracia, según Wagensberg.
"El método científico recuerda vagamente a la democracia", reconoce, pero a ésta le falta "objetividad, inteligibilidad y dialéctica, sobre todo durante los procesos electorales". Sin reclamar el poder para la ciencia, propone que se usara su método como base para la convivencia. Aunque, admite, esto es algo que ni los propios científicos hacen: "En cuanto llegan a casa se olvidan de su método".
Babelia
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