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LA CRISIS RUSA

Europa se resigna a que Rusia suavice sus reformas para evitar un estallido social

Xavier Vidal-Folch

Europa se ha resignado a que Moscú suavice el ritmo de sus reformas económicas pendientes para evitar un estallido social. Así se evidenció ayer en un Consejo informal de Ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE). Los Quince insistieron sobre la necesidad de las reformas liberalizadoras, pero por vez primera se resignaron a que la dimensión social del problema económico puede aconsejar que se ralenticen esas reformas. Y decidieron enviar, el próximo miércoles, una misión diplomática a Moscú.

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Mantener en Rusia "la cohesión social es un asunto de importancia primordial", reza la declaración de los Quince. Es algo inédito. Con este texto, Europa, como EEUU, modifica su enfoque puramente economicista sobre Rusia.La crisis del rublo lo ha puesto todo patas arriba. La pujanza de la oposición (nacionalistas y comunistas), responde al descontento social ante el proceso liberalizador, discontinuo y nunca culminado, lanzado por el presidente Borís Yeltsin y sus equipos más o menos reformistas. Este malestar amenaza con provocar una grave inestabilidad internacional. De forma que habrá que resignarse a que Moscú establezca prioridades entre las reformas comprometidas, escalone su aplicación e incluso aplace algunas de las medidas liberalizadoras.

Este análisis fue compartido por la abrumadora mayoría de los ministros de Exteriores. La devaluación monetaria "supone una derrota de Yeltsin y los reformistas", por lo que "habrá que tener más en cuenta a las fuerzas conservadoras de la Duma" y resignarse a una "ralentización del proceso de reforma y de la implantación de la economía de mercado", manifestó el italiano Lamberto Dini, quien sugirió incluso conceder una moratoria para la deuda rusa.

Rusia "deberá seleccionar, emprender menos reformas pero de mayor calado, atemperar su ritmo para hacer más asumible su coste social", concordó el español Abel Matutes. "Los programas de ayuda internacional deben adaptarse a la nueva situación y tener en cuenta la dimensión social" del problema, porque éste ha dejado de ser puramente financiero, remachó el presidente en ejercicio, el austriaco Wolfgang Schlüssel.

Para todos ellos está claro que el antiguo enemigo atraviesa "una situación similar a la Europa de los años cincuenta", como recordó el francés Hubert Védrine, aludiendo a la dificultad de aplicar al coloso del Este recetas liberales a palo seco, sin colchones que amortigüen su impacto social, como la desesperación de los jubilados ante unos precios que se disparan, o el de los empleados que no cobran sueldos.

Las reformas son necesarias, en suma, pero no pueden realizarse en el vacío ciudadano. Así, y siempre que se garantice la estabilidad gubernamental, "los programas internacionales de ayuda financiera deberían ser revisados", concluye el texto común.

Esta actitud comprensiva hacia la gestión de los problemas económicos conlleva un corolario político, la indefinición sobre a qué tendencia política rusa apoya la UE. No es que haya abandonado a Yeltsin a su suerte. Es que sabe que quienes le apoyan deberán pactar un nuevo programa sus opositores.

Por eso, aunque aceptando la disciplina del texto común, hubo dos excepciones -relativas- al nuevo enfoque. El alemán Kinkel, que obvió referirse a la "dimensión social" del asunto, insistió en que los males económicos rusos "exigen una cura de caballo". Era una forma de reiterar el apoyo a Yeltsin y los reformistas, y de ser agradecidos por su actitud hacia la reunificación alemana. Con él se alineó el presidente de la Comisión, Jacques Santer, para quien "carece de sentido enfrentar reformas y tacto social, porque las buenas decisiones económicas conducen a buenas consecuencias sociales".

Donde Kinkel se salió con la suya fue en la aprobación de una urgente misión diplomática a Moscú. La troika comunitaria (presidencias actual, pasada y próximas, junto con la Comisión) viajará el miércoles. Es una visita exploratoria para expresar de viva voz "la solidaridad europea con el pueblo ruso y la esperanza de que se mantenga en la vía democrática y en la economía social de mercado", como dijo Schüssel, y para preparar otra troika, esta vez a nivel ministerial, que se desplazará en cuanto haya nuevo Gobierno ruso.

Todos confían así en desarrollar el acuerdo de cooperación UE-Rusia diseñado en 1995, bajo presidencia española. Pero éste no se incorporará a una nueva plataforma para una gran Unión Europea con todos los países próximos y englobando a 1.000 millones de habitantes, como propuso Austria. La mayoría se mostró en contra, por el peligro de "descafeinar" los pactos bilaterales y los foros ya existentes, como la exánime Conferencia Europea, que reúne a los Quince con Chipre y los diez antiguos satélites de la ex URSS aspirantes a ingresar en la UE.

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