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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A la espera de las pruebas

EL CONSEJO de Seguridad de la ONU se tomará algún tiempo para examinar las alegaciones de las partes en relación con el reciente bombardeo norteamericano sobre supuestas bases o instalaciones terroristas en Sudán y Afganistán como represalia por los brutales atentados de Nairobi y Dar es Salam. Jartum asegura que el objetivo de la aviación norteamericana era una inocua fábrica de productos farmacéuticos y pide una investigación del organismo supranacional para probar lo fundado de su agravio. Washington, por su parte, sigue afirmando que tiene pruebas irrefutables de que el complejo fabricaba armas químicas por cuenta del terror internacional.La opinión pública norteamericana, incluyendo aquellos que más acerbamente critican al presidente Clinton por el caso Lewinsky, se muestra ampliamente favorable a la determinación con que ha actuado el mandatario, y la acogida de los Gobiernos occidentales ha sido cuando menos comprensiva con los motivos del presidente. Nadie ha parado demasiadas mientes en que un componente presumible de su decisión ha podido ser la necesidad de demostrar que actúa como todo un presidente, por mucha amenaza legal que haya contra la Casa Blanca. Y, efectivamente, ése no puede ser el fondo de la cuestión, entre otras razones, porque una decisión de esa naturaleza implica el acuerdo de muchas personas, incluyendo los jefes militares, en absoluto afectados por las cuitas presidenciales.

La cuestión es contra quién se actuó, con qué autoridad, con qué medios y con qué resultados.

Es de celebrar que el Gobierno de Sudán tenga, aparentemente, el mayor interés en que se esclarezca el asunto, por lo que sería aconsejable que el Consejo de Seguridad apreciara cuanto antes la conveniencia, si los indicios apuntan a ello, de que se estudie la materia sobre el terreno; una duda razonable sobre la identidad del objetivo añadiría, por supuesto, graves problemas a los que ya tiene Clinton. De momento, varios ingenieros -tres jordanos y un británico- que trabajaron en la citada planta aseguran que allí no se fabricaba otra cosa más que aspirinas.

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Respecto a con qué autoridad se efectuó la incursión, el juicio ha de ser necesariamente reservado. Evidentemente, sólo con la que da la fuerza y el convencimiento de que se golpea al criminal. La actitud es comprensible, pero no óptima, puesto que sólo un poder supranacional, como la ONU, debería poder extender autorizaciones universales como la presente, si bien tampoco nadie ignora que la sorpresa es elemento esencial de cualquier represalia de esta naturaleza.

¿Son los medios empleados desproporcionados con referencia a los objetivos? Sólo la fuerza aérea ofrece las garantías adecuadas para actuar sin riesgos, si bien permite todo menos precisión a la hora de establecer a quién se castiga. De nuevo, quién fue el bombardeado habría de ser esencial para aceptar la utilización de esos medios, en cuyo caso la responsabilidad de meter a inocentes en un recinto de fabricación de crímenes recaería enteramente sobre Jartum.

En la cuestión de los resultados es donde la operación se revela en su carácter mucho más político que militar. Lo importante era aquí que se viera cómo Estados Unidos no dejaba tierra sin remover para que el terror no quedara impune, y no la eficacia de unos bombardeos indiscriminados, de efectos sólo temporales, y de un rebote político francamente negativo.

No sólo la mayor parte del mundo árabe se solidariza ahora con los agredidos en contra de Occidente, sino que aúpa a la celebridad mundial al presunto genio maléfico tras toda esta guerra en episodios, el multimillonario saudí Omar Ben Laden.

Por todo ello hay que abogar por una investigación completa y pronta de lo que albergaba el objeto de las iras norteamericanas; porque el error en este caso sería bastante más que una frivolidad. Deben exigir información los agredidos, pero también los aliados de EE UU, por si ahora hay que pedir responsabilidades y en un futuro moderar el entusiasmo en el apoyo.

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