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25 envasadoras españolas de agua mineral han renunciado a usar PVC en sus botellas

Firmas de juguetes, muebles y prendas deportivas se anticipan a la ley sobre plásticos

Javier Sampedro

La ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino, deberá enfrentarse el mes que viene al espinoso problema del PVC, un plástico de uso muy extendido cuya posible toxicidad ha logrado enquistar a industrias, sindicatos y grupos ecologistas en posiciones irreconciliables. Sin embargo -e insólitamente-, muchas empresas han empezado a descartar el PVC de sus productos sin esperar a que el Gobierno las obligue a ello. 25 envasadoras de agua mineral, incluidas Solares, Bezoya y Fontvella, se han cambiado ya a otros plásticos más seguros y menos polémicos.

La organización ecologista Greenpeace, empeñada desde hace años en una tenaz campaña contra los riesgos del PVC, ya da por ganada la guerra en el sector del agua mineral, pese al vacío legal español y a que todavía quedan 37 pequeñas firmas en el país que usan ese plástico en sus envases. El sector del juguete también se está anticipando a la legislación: las jugueteras Lego, Playskool e Imaginarium ya han decidido prescindir del PVC en varios países, aunque sólo las legislaciones austriaca y danesa les obligan a ello. Estas empresas se han tomado en serio los informes -no aceptados por los fabricantes de PVC- que apuntan a que ese plástico supone un riesgo sanitario, particularmente en los juguetes que los niños de menos de tres años se llevan a la boca.

Dos multinacionales de otros sectores se han sumado a la lista de los precavidos: la firma de muebles Ikea y el fabricante de prendas deportivas Nike. En este caso, la razón no es tanto sanitaria como medioambiental, ya que no hay un método universalmente aceptado para desechar los productos de PVC: según los críticos, si se tiran a un vertedero contaminan el suelo con cloruro de vinilo, si se queman en una incineradora emiten dioxinas a la atmósfera, y su reciclado es minoritario en todos los países (menos de un 1% en España).

Cláusula suprimida

Éste es el cuadro que se encontrará Isabel Tocino a la vuelta de vacaciones. El último Gobierno del PSOE había incluido, en su borrador de la ley de envases, el compromiso de reducir en un 20% la producción de PVC en las factorías españolas. Pero el PP sacó adelante la ley (24 de abril de 1997) suprimiendo esa cláusula. Dos meses después, Tocino constituyó una comisión que reunía a los productores de PVC (Aiscondel, Hispavic y Elf Atochem), sindicatos (CC OO y UGT), ecologistas (Greenpeace y CODA) y otras asociaciones. Quizá no constituya una gran sorpresa que la comisión no haya logrado ponerse de acuerdo. Las posiciones de la industria y de los ecologistas son totalmente incompatibles y, en vez de un informe, han tenido que presentar dos, con conclusiones opuestas.

Para colmo, los sindicatos se han dividido: UGT ha permanecido en la mesa, mientras que CC OO se ha sumado al desmarque de los ecologistas. Según la responsable de Medio Ambiente de UGT, Natividad Hernando, este sindicato coincide con Greenpeace en que los usos del PVC implican riesgos para la salud y el medio, pero considera que esos riesgos pueden evitarse o minimizarse sin necesidad de restringir la producción del plástico.

80.000 empleos

La preocupación de UGT es que las restricciones puedan afectar al empleo en el sector del PVC, que da trabajo directa o indirectamente a 80.000 personas, según los fabricantes. Con todas estas graves discrepancias como material de partida, Tocino tiene que tomar en septiembre una decisión sobre el polémico plástico. En el resto de Europa, la situación es compleja. La Comisión Europea reconoció el mes pasado que algunos juguetes de PVC podían acarrear "efectos nefastos para la salud", pero eludió su prohibición hasta contar con estudios de aceptación más extendida. Austria y Dinamarca, por su cuenta, han prohibido ya esos juguetes. Suiza ha hecho lo mismo con los envases de agua mineral.

Otros países no han legislado, pero han llegado a acuerdos con sus empresas para ir reduciendo la producción de PVC. Es el caso de Dinamarca, Alemania, Holanda, Bélgica y Suecia.

El uso de PVC como material de construcción -sobre todo en tuberías, ventanas, persianas y cables- está cada vez más extendido. Greenpeace no considera este problema tan acuciante como el de los envases, pero intensificará su campaña contra él en los próximos años.

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