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Colesterol y metales pesados

Alejandro Bolaños

Se levantaron a las siete de la mañana y en ayunas cogieron el autobús para llegar a tiempo a la consulta. Tres horas más tarde, embutidos en batas blancas, todos habían entregado ya el consabido bote de orina y la mayoría doblaban su brazo sobre un algodón, allí dónde el médico les había pinchado con una aguja que algunos consideraban excesiva y otros no se habían atrevido a mirar. Con su sangre, los químicos del laboratorio buscarán esta vez algo más que niveles de colesterol e infecciones ocultas. "Metales pesados" será el título de uno de los apartados de la analítica y los miligramos de cobre, cinc, hierro o plomo hallados, su contenido. Las mismas sustancias que han hecho de la riada en el Guadiamar un vertido tóxico. "Los valores registrados están muy por debajo de la concentración promedio permitida", tranquiliza Juan José Serrano, director del Centro de Salud e Higiene en el Trabajo de Sevilla. Los técnicos de este organismo de la Junta son los encargados, desde el 16 de mayo, de medir la presencia atmosférica de estos metales pesados en varios puntos, materialmente encima de los lodos desparramados hace tres meses tras la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar. Y los datos avalan que, hasta ahora, la contaminación no ha pasado al aire: el cobre registrado, por ejemplo, no llega a 0,01 miligramos por metro cúbico cuando el límite de lo permisible está en 1 miligramo. Los médicos del centro pasan consulta desde el pasado 13 de julio a los 800 jornaleros que estaban llamados a constituir el ejército de a pie en la operación de retirada de lodos. "Les hacemos una analítica de metales pesados ahora y otra dentro de dos meses", indica Serrano en su despacho. Dos plantas más abajo esperaban pacientemente la pasada semana 40 vecinos de Pilas (Sevilla), uno de los diez municipios que se repartirán los 450 milones de pesetas del AEPSA especial aprobado por el Ministerio de Trabajo para paliar los efectos laborales del desastre ecológico. "Una viene porque no tiene ni para los arenques", explica una de las jornaleras. "He venido con mi hija que tiene 18 años", cuenta Teresa López y escucha atenta a su compañera de quinta, Ana Anguas, a la salida de la consulta. "Me han preguntado que si me veo capaz de hacer el trabajo", aclara Ana con un deje de indignación mientras coge del brazo a su marido, Antonio Notario, de camino a la cafetería. Un compañero de expedición responde por ella: "Cualquiera de estas mujeres" -al menos la mitad de la comitiva- "se pueden pasar ocho o nueve horas agachadas recogiendo la fresa". En la tarea que les tendrá ocupados los próximos dos meses, los jornaleros tirarán mucho de riñones y de pala. Los diez municipios afectados pusieron listas de voluntarios para apuntarse a estos jornales extraordinarios. "No creo que se hayan quedado muchos fuera", señala Emilio Terrón, delegado de salud laboral del sindicato UGT. Y eso que en julio y agosto apenas hay faena en el campo, a la espera del verdeo (recogida de aceituna) de septiembre. La presencia de Terrón crea un remolino de batas blancas y preguntas a su alrederor. "¿Qué vamos a hacer?", "¿Cuánto vamos a cobrar?", "¿A qué hora empezaremos?". Las respuestas de Terrón templan el arranque de ansiedad. El jornal superará las 8.000 pesetas (por encima de lo normal), habrá duchas y zonas habilitadas para la comida en los puntos de trabajo. La empresa que les contrate se hará cargo del transporte y de limpiar cada día la ropa de faena. Y se empezará lo antes posible para escapar al calor del mediodía. "Puede tocar desde Aznalcázar a Villafrranco". Una rápida encuesta a pie de pasillo certifica que Villafranco no es un destino apetecible. "Es que en Entremuros hay unos mosquitos gigantes". La mayoría no recordaba haber pasado reconocimientos médicos antes de empezar un trabajo. "En el campo no es habitual", confirma el delegado sindical. "En principio sólo se está descartando a aquellos que tengan alguna dolencia osteoarticular, como hernias discales, y a mujeres embarazadas", aclara el director del centro. Serrano desgrana las medidas de seguridad que adoptarán los jornaleros: utilizarán mascarillas y guantes y se les recomendará que lleven ropa cerrada mientras trabajan. Y cuando se le inquiere por el calor, argumenta: "Los tuareg van vestidos hasta el cuello en pleno desierto".

Un ejército que entra tarde

La recogida manual de los lodos ha sido el caballo de batalla de las recomendaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que desconfía del uso indiscrimado de maquinaria pesada. Según sus estudios, tras la limpieza de excavadoras y traíllas quedan demasiados contaminantes en el suelo. Pero ésta, como otras indicaciones del CSIC, han sido minimizadas por Junta y Gobierno. El ejército necesario para acometer la empresa ha quedado reducido a una brigada que, además, entra tarde. "Los trabajos empezarán el próximo martes", decía el pasado 22 de julio José Jurado, alcalde de Aznalcázar y portavoz de los diez munici-pios afectados. Ayer, sin embargo ningun jornalero cogió la pala para retirar los lodos, a pesar de que ya se han recibido los resultados de los reconocimientos médicos de muchos de ellos. La fecha marcada por las administraciones era el 1 de junio. La burocracia del Inem postergará su puesta en acción hasta la semana que viene, una vez más.

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