_
_
_
_
Entrevista:

"Ni el PSOE ni el PP entienden la liberalización"

Miguel Ángel Noceda

Entre los días 23 a 27 de agosto se celebrará en Madrid el Congreso Mundial de Historia Económica, un evento que comenzó en 1960 y que cumple su duodécima edición. Su presidente será, en esta ocasión, Gabriel Tortella Casares, catedrático de Historia Económica, doctor en Derecho y en Economía y premio Juan Carlos I de Economía en 1994. Nacido en 1936 en Barcelona, se siente tan catalán como castellano y ciudadano del mundo. Se entusiasma hablando de historia económica, de lo suyo, con idas y venidas y largas respuestas sobre los temas que él cree que van a ser claves en el próximo Congreso, que "en esta ocasión, da importancia al centenario del 98". Le es imposible evitar la relación, como historiador, de la actualidad española con otras épocas pasadas. No podía ser menos.

Pregunta. La sesión estrella se denomina Las consecuencias económicas de los imperios. Generalmente los historiadores mantienen que las colonias no beneficiaron nada a los países imperialistas. ¿Es así en su opinión?

Respuesta. Los españoles, con bastante fundamento, han sostenido que tanto el imperio clásico como el pequeño imperialismo del siglo XIX (Cuba, Filipinas...) no beneficiaron nada al país, aunque lo hicieran a pequeñas minorías. Yo sostengo que a España le habría ido mejor si no hubiera existido el imperio americano, que dejó graves problemas políticos y económicos. El único beneficio que dejó, evidentemente, fue haber implantado el español y la cultura española en Latinoamérica. Pero es un beneficio más espiritual que económico. Los ingleses y franceses lo único que admiten es que sus imperios aportaron más beneficios políticos que económicos. Y es verdad que esos imperios fueron decisivos en las guerras mundiales, pero poco más. En definitiva, así como los países que han sido colonias tienden a pensar que han sido explotados y han contribuido al desarrollo de la metrópoli, los historiadores de las metrópolis tienden a pensar que los imperios han beneficiado a las colonias.

P. España, sin embargo, encontró mucha riqueza en las colonias.

R. Es un hecho incontestable que el imperio más productivo fue el de España. Se encontró colonias muy ricas en metales preciosos. Pero eso hizo que España no reformara el sistema fiscal y la Administración, que militarizara su sociedad, que las industrias se arruinaran por la falta de competitividad y que creciera la inflación. Yo calculo que el 70 de los metales preciosos que entraban salían inmediatamente. Pasaban sin dejar huella, sin siquiera acuñarse. La reforma fiscal española no tiene lugar hasta mediados del siglo XIX, y aun así siempre se mantiene un sistema menos moderno que en otros países. En realidad, la gran reforma es la de la democracia del siglo XX y a pesar de todo seguimos teniendo un sistema regresivo. El IRPF es relativamente regresivo porque detecta más fácilmente las rentas salariales que las otras. Gran parte se debe a las decisiones de la Administración y a las carencias estadísticas. Seguimos yendo a rastras.

P. ¿La reforma fiscal actual puede mejorar esto?

R. Es un poco la simplificación fiscal que hizo Reagan en 1970. Fuentes Quintana, que es el gran innovador en esta materia, propuso que se simplificara. Que se hiciera un impuesto que fuera menos progresivo, que se simplificara. Parece lógico que el PP quiera reducir la presión fiscal.

P. Hay otras cuestiones de interés en este congreso como la in fluencia del hambre y la superpoblación en la economía.

R. Hay quien cree que la población tiende a regularse (homeóstasis), que cuando la población crece demasiado y gravita sobre los recursos y produce un empobrecimiento eso automáticamente causa una desaceleración. Pero si funciona la homeóstasis lo hace bastante despacio.

P. ¿Produce aumento de la desigualdad o no?

R. Parece que sí. La famosa U de Kuznetf resaltaba que la igualdad disminuía con la industrialización y con la madurez volvía a la igualdad. De manera que los países hoy avanzados tienen un grado de desigualdad menor que los atrasados y los países que mayor desigualdad tienen son los que están en transición, en el valle de la U. En el momento de la modernización hay un montón de empresarios que se benefician de la industrialización en el despegue. Por ejemplo, Rockefeller, Rothschild, Krupp, Thyssen, que hacen gigantescas fortunas. Ocurre ahora con Bill Gates ahora. Mientras, la gran masa de la población aumenta ligeramente su nivel de vida.

P. ¿Cómo ha evolucionado España?

R. España es un país relativamente rezagado, se moviliza en el siglo XX, algo característico de los países mediterráneos. En España cuando pasan cosas es en el siglo XX, aunque también estalle la guerra civil y la dictadura del Franco. Yo he sido antifranquista, he sufrido cárcel, pero como historiador creo que soy objetivo y estar dispuesto a reconocer los méritos si los hay. Los franquistas siempre han dicho que la industrialización se debía a la disciplina que impuso Franco y apuntan al gran crecimiento de los cincuenta y sesenta. Este punto de vista es muy discutible. Es indudable que España despegó en los sesenta; pero ya empezó a crecer en los años anteriores a la guerra civil, en la Primera Guerra Mundial y en los años veinte. Hay mucha más continuidad en el crecimiento de lo que parece, lo que pasa es que desde que acaba la guerra civil hasta mediados de los años cincuenta España tiene un parón brutal. Lo que es evidente también es que España pagó muy cara la transición política. España tiene muy mala suerte con las transiciones. La transición de la II República tuvo lugar durante la gran depresión de los años treinta y la transición a la democracia coincidió con la del petróleo. Eso causó la tremenda caída de la in versión; los empresarios tenían grandes dudas de lo que iba a ocurrir en España y en el mundo. La crisis bancaria fue muy fuerte y hubo caídas absolutas de la renta por habitan te. Después, los socialistas, que resultó que no se comieron a nadie, lograron insuflar optimismo. Esa fue la gran aportación de Felipe González, que supo dar la imagen de izquierdismo moderado y sensato. Y, después, el optimismo que proporcionó la entrada en la Comunidad Europea. Pero, si a principios de los ochehta supieron crear optimismo, a finales y principios de los noventa tuvieron una serie tremenda de errores. Se dejaron llevar por un optimismo excesivo, endeudaron demasiado al país, se creyeron que entrando en el SME todo les iba a ser permitido, tuvieron déficit presupuestarios excesivos. No acometieron una reforma de la Administración pública, que fue el gran fallo de los socialistas. Aceptaron en gran parte la herencia del franquismo tal como venía. Todo el estatismo franquista, torpe, desaliñado, ignorante. . ., de resolver a corto plazo nacionalizando empresas, los socialistas lo aceptaron alegremente y eso se pagó.

P. ¿Y ahora, cuál es la situación?

R. En estos momentos nos encontramos con un PP, que a pesar de tener las clásicas lacras de la derecha, está haciendo un papel parecido al de los socialistas en los ochenta. Porque si los socialistas consiguieron la entrada en la UE, estos señores han conseguido la entrada en la unión monetaria. En estos años, España ha ido bastante bien, pero es muy posible que acabe agotándose esa situación. Los populares han sabido desembarazarse del pasado franquista, de ciertas nostalgias de la derecha pura y dura, aunque de vez en cuando aparece alguna veta, indudablemente.

P. Usted es un defensor a ultranza de la liberalización.

R. Esa es la asignatura pendiente que los socialistas no entendieron y el PP tampoco está dispuesto a entender. Lo que hay hacer es modernizar la Administración, que deje de ser una serie de reinos de taifas, de cuerpos privilegiados. Los funcionarios no tenemos presión por parte de nadie para considerarnos servidores públicos.

P. Se han dado pasos...

R. Es escandaloso. La tendencia al semimonopolio es muy grande en España. Es curioso, se terminó con los agentes de cambio y bolsa, que era una verdadera institución. Habría que modificar el sector de notarios y farmacéuticos, dando mucha mayor competencia, aumentar la producción y bajar los precios inflados. España tiene una mentalidad de Felipe II, de intervencionismo, de paternalismo, de ordenancismo...

P. ¿Y en pensiones?

R. La realidad dice que la población esta envejeciendo, lo produce un problema grave en las pensiones. Estamos en una sociedad de servicios, en la que el vigor físico o muscular tiene cada vez menos importancia, por lo que puede retrasarse la edad de jubilación y hacerla voluntaria. También hay que incentivar los planes privados de jubilación. Los sistemas a la chilena de combinar fondos públicos y privados es una fórmula válida.

P ¿Está en peligro el Estado de bienestar?

R. El Estado de bienestar necesita arreglos como la mejora de las estadísticas y la lucha contra el fraude. Me parece bien el medicamentazo, francamente. El igualitarismo español repudia que haya niveles y, por ejemplo, se pueda pagar el servicio médico al tiempo que haya otro gratuito. Es más, con uno se podrían costear parte del gasto del otro. En España repugna que haya cierto tipo de desigualdades. Si a un buen estudiante se le da un trato de privilegio a los otros les molesta. Las connotaciones negativas están con los buenos. Hay un igualitarismo básico que yo defiendo, por supuesto, pero llevado a límites extremos desincentiva el progreso. Se desincentiva al que se esfuerza. Hay un igualitarismo tosco, primitivo y ciego.

P. ¿Qué le parecen a un historiador económico las 35 horas?

R. Sobre las 35 horas semanales se ha exagerado mucho. A mediados del siglo XIX, en Inglaterra se propuso reducir la semana de 67 a 60 horas. Nassau Senior intentó demostrar que la undécima hora diaria era la que daba mayor beneficio. No le hicieron caso y no pasó nada. Ahora pasa ría lo mismo, aunque lo mejor es que se haga por convenio y no por ley. Yo, además, propondría que se quiten las horas extraordinarias en términos generales y que haya flexibilidad, que no quiere decir reducir la protección de los trabajadores.

P. ¿Se ha apoyado alguna vez la investigación en España?

R. Por desgracia, existe gran tradición de conservadurismo intelectual. Nos enteramos de que Ramón y Cajal era un gran médico cuando le dieron el Nobel, y lo mismo pasó con Severo Ochoa. Tendemos al "que inventen ellos" y pagamos la falta de curiosidad intelectual que desarrolló la Inquisición y la ortodoxia religiosa.

P. ¿Qué opina del nacionalismo?

R. Es el fascismo en embrión. Es la lacra de final de siglo. Entre el racismo de Hitler y el nacionalismo racista de muchas zonas de España hay muy poca diferencia. Es una tendencia muy peligrosa. Hay mucha gente que cree que el nacionalismo es de izquierdas y no es así. Marx, por ejemplo, era universalista. Se da porque es una manera de justificar monopolios, liderazgos, enriquecimientos... No se dan cuenta de que el nacionalismo tiende a buscar privilegios y no al igualitarismo. Eso es la derecha. Yo nací en Cataluña, pero me siento catalán, y castellano, y madrileño y americano, de todos los sitios. El comunismo fue el gran engañabobos del siglo XX, ahora lo es el nacionalismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_