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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rehenes, no viajeros

LOS DESDICHADOS viajeros de avión han sido tomados anticipadamente como rehenes ante la huelga anunciada por los trabajadores de AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) para los peores días del año: 31 de julio, 1 y 2 de agosto. Tras la acumulación de maletas en Barajas, el cambio de sistema informático del aeropuerto de Madrid que llevó al caos y otros increíbles avatares que el ministro del ramo endosó a la descoordinación entre AENA e Iberia, son ahora los viajeros de toda España los amenazados, convertidos de modo inaceptable en moneda de cambio de un conflicto laboral que lleva negociándose desde hace 20 meses.Es tiempo suficiente para que el ministro de Fomento, Arias-Salgado, no pueda atribuir también este conflicto a la herencia socialista. Ante esta perspectiva de huelga brutal, en un país donde el turismo resulta esencial para sus cuentas, sorprende la calma chicha de las autoridades, que parecen confiar en los servicios mínimos para garantizar el funcionamiento casi normal (normalidad en los retrasos) de los aeropuertos españoles en fechas tan significadas. Hay amenaza de huelga y trabajo a reglamento, por una parte; imposición, por la otra. Y ningún atisbo de sensatez y de negociación, no digamos ya de solución.

Los sindicatos de este colectivo de casi 8.000 empleados, poco dados a la flexibilidad, pretenden emular en su estrategia a los controladores aéreos, que consiguieron unas condiciones laborales aún poco explicadas. Lo que piden, junto a un nuevo sistema de clasificaciones profesionales, costaría 1.200 millones de pesetas suplementarios a los Presupuestos, algo que Economía no está dispuesto a conceder. Estos empleados iniciaron ayer la primera de las 10 jornadas de trabajo a reglamento, que conducirán hasta la huelga a final de mes. Los sindicatos convocantes han de tener claro que la impopularidad de su huelga es inversamente proporcional al apoyo que van a obtener en sus reivindicaciones: los viajeros están hartos de chantajes.

Nadie se hace responsable. La situación de los aeropuertos era mala; va a peor. La amenaza de huelga está teniendo ya efectos prácticos y psicológicos para los viajeros, ansiosos de normalidad en sus desplazamientos. Mientras AENA, Gobierno y sindicatos juegan su propia e irresponsable partida, son los consumidores los que sufren las incomodidades y los abusos. La contradicción está servida: tenemos una industria puntera en el mundo -la del turismo- servida por un transporte aéreo tercermundista. Y los garantes, papando moscas.

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