El inspector estratosférico
Estados Unidos utilizaba imágenes vía satélite de los cultivos de cereales en Rusia para conocer con antelación los resultados de la cosecha y, de este modo, manejar los precios del mercado a su conveniencia. A escala más reducida, sin ribetes de guerra fría comercial, la Unión Europea emplea esta tecnología para conocer mejor su propio territorio, el uso que de él se hace e incluso para regular las subvenciones a los agricultores y los ganaderos comunitarios. Desde la estratosfera se puede fotografiar finca a finca de forma rápida y barata, y saber qué cultivos se siembran e incluso adivinar si tendrán una productividad alta o baja. Aprovechando que la Expo de Lisboa gira en torno al mundo marino, la Agencia Europea del Medio Ambiente ha presentado allí un trabajo conjunto que revela los cambios que ha sufrido toda la costa comunitaria en un periodo de doce años, desde 1975 hasta 1987. En él se ve con lupa la evolución de los suelos en el tramo que va desde la orilla hasta diez metros tierra adentro, con especial atención a las áreas rurales. Dentro de ese trabajo una pequeña parcela corresponde al País Vasco. El Centro de Estudios Ambientales (CEA) de Vitoria es el responsable de ese estudio parcial. En siete meses de trabajo, el equipo de expertos del centro ha corregido errores en cartografías anteriores, realizadas mediante los métodos en declive de la fotografía aérea y de la inspección a pie de campo. En las conclusiones, se confirma lo ya sabido: las urbanizaciones crecen moderadamente, diseminadas por la costa, y el suelo de ciertas áreas se degrada a pasos más acelerados de lo conveniente. También se podía contemplar nítidamente, por ejemplo, el desarrollo del puerto de Bilbao, o cómo aumentaron las zonas de extracción minera en detrimento de las landas. Pero también se desmienten hechos que se daban por ciertos. Al contrario de lo que se creía, varias zonas de bosques habían desaparecido en esa década, invadidos por pastizales y matorral, un cambio peligroso por cuanto aumenta el riesgo de incendios, entre otros efectos perjudiciales. Además, especies exóticas -eucaliptus, sobre todo- ocuparon ciertos lugares que antes correspondían a vegetación autóctona, lo cual crea un desequilibrio en la botánica vasca. El informe, coordinado en el Estado por el Instituto Geográfico Nacional, se actualizará pronto con un nuevo estudio que compruebe la evolución hasta 1998. Examen parcela a parcela Los datos registrados por este informe tienen otras utilidades. La Unión Europea los emplea para, entre otras cuestiones, comprobar parcela por parcela los cultivos de los países comunitarios y saber con cierta anticipación si las cosechas podrán ser buenas o no. En función de lo observado, y de las solicitudes de subvenciones, se conceden más o menos ayudas agrícolas y ganaderas. "La UE utiliza los estudios de satélite para confirmar, por ejemplo, si en una finca se cultiva realmente girasol y cuánto se produce, y aprobar las subvenciones que se solicitan. Es una forma de ahorrarse la visita de un inspector, aunque normalmente se utilizan las dos fórmulas", afirma Jorge Ozcáriz, uno de los responsables del estudio del CEA. El trabajo, conocido como Proyecto Lacoast, abarca 130 kilómetros de costa vasca. Ante todo, es útil para los expertos porque "ha servido para probar la metodología" y utilizarla en estudios posteriores. "La novedad consiste en realizar un estudio de este tipo mediante el satélite. Hasta ahora sólo se utilizaban los trabajos de campo", afirma Ozcáriz. El centro, dependiente del Ayuntamiento de Vitoria, utiliza la técnica de la teledetección desde hace cuatro años. Trabaja con satélites americanos, europeos y uno indio. "Es mucho más barato -comprar una imagen puede suponer unas 800.000 pesetas- y se emplea menos tiempo que en fotografías aéreas. En tres días puedes conseguir la imagen que desees", señala. "En realidad, el satélite no envía fotos, sino números, que nosotros llamamos valores radiométricos. Se consiguen a partir de la energía que desprende la tierra. Se distinguen los hayedos, el agua, los bosques, el suelo desnudo... Luego esos números se interpretan, clasifican y pintan en los mapas". Esta tecnología permite observar no sólo la superficie terrestre, sino también el subsuelo, acuíferos, la altura de las olas y hasta impactos de meteoritos si se diera el caso.
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