Clinton elogia la reforma económica de China y su papel en la crisis asiática
ENVIADO ESPECIALShanghai es el lugar adecuado para constatar el vigoroso despertar del dragón chino. Uno se sitúa en el Bund, la avenida de edificios europeos de la época colonial, mira al otro lado del río, al nuevo barrio de Pudong, y ve un estallido de rascacielos que convierten en enanos a los de Estados Unidos. Así lo hizo ayer Bill Clinton y se quedó pasmado. "Una nueva China está emergiendo, más próspera, más abierta, más dinámica", dijo. El presidente de EEUU elogió la reforma económica de China y su trabajo en la actual crisis financiera asiática.
Shanghai, con sus 15 millones de habitantes, ha sido siempre la puerta de China. Por ahí forzaron militarmente los europeos a finales del siglo XIX la apertura de China a sus ideas, misioneros, productos, inversiones y formas de vida. Ahí comenzó el régimen comunista en tiempos de Deng Xiaoping la incorporación de China a la economía capitalista. Ahora Shanghai es la capital china del comercio y la inversión y uno de los grandes puertos del planeta, y pronto será uno de los primeros mercados mundiales de valores.De los tiempos de Mao Zedong sólo quedan en Shanghai las chapas, ceniceros y encendedores con la imagen del Gran Timonel que venden los anticuarios. Shanghai es una megalópolis de edificios descomunales que no tienen más de diez años, grandes almacenes cargados de los últimos productos de consumo, multitud de coches particulares de fabricación alemana compitiendo con los ríos de bicicletas e inmensos carteles publicitarios de marcas norteamericanas, japonesas y coreanas. Se siente que la economía china crece a un ritmo del 8% anual.
Shanghai es el lugar exacto, pues, para que Clinton, tras sus críticas en Pekín al régimen que todavía se llama comunista por su represión de los derechos humanos, le bendijera ayer por su política económica. "Estados Unidos", dijo, "reconoce y aplaude la transformación social y económica de China, que ha ampliado los derechos de sus ciudadanos al sacar a cientos de millones de la pobreza, darles más acceso a la información, ampliar la libertad de viaje y de elección de trabajo y permitir una mejor educación para sus hijos".
Clinton fue el invitado de Ciudadanos y sociedad, un programa de debate de la Radio Popular de Shanghai, que escuchan en todo el país ocho millones de personas. Los oyentes le hicieron preguntas por teléfono y muchas de ellas fueron de tema económico. "China", dijo el presidente norteamericano respondiendo a una de ellas, "está haciendo un trabajo excelente al mantener el valor de su divisa e intentar ser una fuerza de estabilidad en la crisis financiera del Sureste asiático".
Luego, Clinton le tiró una pulla a Japón. "No podremos recuperar el crecimiento en Asia hasta que no lo haga Japón", dijo. Clinton instó a Tokio a adoptar con urgencia una reforma de su sistema bancario y financiero.
La Casa Blanca no está ocultando durante este viaje de Clinton su contento por el rumbo económico adoptado por China. Robert Rubin, el secretario del Tesoro, señaló el viernes, de modo indirecto que las autoridades económicas chinas se están comportando de modo más serio que las japonesas ante la crisis financiera asiática. Rubin citó la decisión de Pekín de no devaluar el yuan, pese al daño que ello hace a las exportaciones chinas, y la política del primer ministro, Zhu Rongji, de reforma del sistema bancario y privatización de empresas estatales.
Clinton, no obstante, no entró ayer al trapo que le tendió uno de sus interlocutores en el programa radiofónico. "Creo", dijo el oyente, "que la importancia de la relación entre EEUU y China terminará superando a la relación entre EEUU y Japón". Preguntando luego sobre por qué el presidente no respondió a ese comentario, Mike McCurry, portavoz de la Casa Blanca, declaró: "No queremos entrar en una carrera de celos entre nuestros socios y aliados en Asia".
William Daley, secretario de Comercio, subrayó ayer en Shanghai la importancia del compromiso conjunto adoptado por Clinton y Jiang Zemin a favor de la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio. "Creo que estamos más cerca de ese objetivo", dijo. Pero Daley añadió que China todavía debe hacer una oferta más generosa en materia de apertura de sus mercados a los productos extranjeros. A EE UU le duele el déficit comercial de 50.000 millones de dólares que este año tendrá con China, una cifra que Pekín reduce a 14.500 millones de dólares.
La falsificación de productos extranjeros es otro de los reproches de Washington a Pekín. Una de las anécdotas de este viaje es que las autoridades han ordenado la desaparición de los comercios de la ingente cantidad de ropas, relojes y productos electrónicos de marcas occidentales que se falsifican en el país. En Pekín han cerrado incluso la llamada avenida de la Seda, un mercado descomunal de falsificaciones.
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