Petardos

Este año no pensaba volver a escribir sobre el Alarde de Irún, esa fiesta tradicional en la cual las mujeres sólo pueden participar como cantineritas niñas bonitas, en contra de la Constitución, y de sentencias judiciales, y del sentido común; e incluso en contra de la misma historia, porque hete aquí que lo que se conmemora es una batalla contra los franceses en la cual todo el mundo, mujeres, niños y viejos, se subió al monte con gran despliegue de antorchas y fanfarrias para asustar al enemigo. Y si en su momento no se hicieron ascos a la colaboración igualitaria de las mujeres, ¿por qué ahora sí se hacen? Es cosa del prejuicio conservador, en fin, y del machismo, una ideología reaccionaria que, por cierto, afecta tanto a ellos como a ellas, porque muchas irunesas se ponen como hidras ante la sola mención de la participación femenina en el Alarde: y es que el inmovilismo mental puede atacar a todos. Por eso, porque sé bien lo que cuesta movilizar neuronas anquilosadas, es por lo que este año no pensaba volver a mentar el tema: para no aumentar la crispación y esperar a que el cambio vaya llegando poco a poco, en la mutación inevitable de las cosas.Pero hete aquí que los sexistas han empezado a buzonear en Irún una convocatoria de guerra tan petarda que no he podido dejar de mencionarla. El panfletillo ocupa un folio, llama a la insumisión contra el «carnaval constitucional», pide que se acuda al desfile con dos kilos de tomates maduros para bombardear a las compañías de mujeres y, en una prosa paranoica inenarrable, asegura, entre otras cosas, que las reivindicaciones las empezaron las lesbianas, que ahora se ha hecho fuerte «la mafia rosa » y que, «de aquí a tres años, los maricones (...) querrán salir de cantineras». No creo que sea necesario añadir palabra.
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