Veinte años sin alternativaJOSEP RAMONEDA
El mismo día que algunos periódicos publicaban el segundo manifiesto del Forum Babel (Per un nou model de Catalunya), la prensa daba cuenta de unas declaraciones de Pujol en las que acusaba a Serra de "no estar al servicio de Cataluña" por oponerse al reglamento que pretende fijar cuotas para la exhibición de cine en catalán. Si no fuera porque hace muchos años que conocemos el estilo de Pujol, se podría sospechar que hay alguna connivencia oculta entre el presidente y los intelectuales del Forum Babel. Pujol venía a corroborar con sus palabras una de las afirmaciones del manifiesto: "Todo ataque a las posiciones nacionalistas se convierte en un ataque contra Cataluña y todo disidente de la doctrina oficial es un anticatalán". El Forum Babel, con su primer manifiesto, contribuyó a acabar con un tabú de la transición catalana: el tabú de la cuestión lingüística. El principal efecto del debate que acompañó a la larga tramitación política de la ley del catalán fue el reconocimiento de la realidad bilingüe de la sociedad catalana y, por tanto, del bilingüismo simétrico como objetivo deseable conforme a la realidad del país. Aunque, en un programa de televisión, el consejero de Cultura rehusó responderme explícitamente a la pregunta de si el bilingüismo simétrico era el objetivo político del nacionalismo, y aunque se siga especulando con la distinción entre lengua propia y lengua oficial, el principio de realidad que indica que las sociedades son lo que son y no lo que fueron empieza a ser generalmente aceptado y el monolingüismo cultural ha dejado der ser un dogma. Naturalmente, para alcanzar el bilingüismo simétrico, es decir, aquel que asegura que si empiezas una conversación en cualquiera de las dos lenguas tienes la garantía de que te responderán en la misma, queda aún bastante que hacer en ayuda del catalán. Efectivamente, puede que las condiciones ya estén creadas para "desarrollar una nueva educación culturalmente bilingüe que consiste en que las dos lenguas oficiales sean las lenguas vehiculares a lo largo de todos los ciclos de la enseñanza obligatoria, tanto en las actividades docentes como en las no docentes, y sin separación de los alumnos en aulas diferentes por razón de lengua". En este segundo manifiesto, más allá de la estricta cuestión lingüística, el Forum Babel afronta la cuestión global de un modelo alternativo para Cataluña. Entre los principios generales de priorización de los derechos individuales y de respeto al pluralismo, con los que difícilmente se puede no estar de acuerdo, y algunos elementos recurrentes de la crítica del pujolismo, componen un dibujo que tanto como una requisitoria contra Pujol es una interpelación al PSC. Del nacionalista Pujol no se podía esperar otra cosa que un proyecto nacionalista, del PSC cabía esperar una idea alternativa de Cataluña. Éste ha sido el punto negro del PSC-PSOE, que ahora cumple 20 años. El PSC-PSOE supo alinear una mayoría relativa catalana en torno al proyecto socialista español de Felipe González, pero nunca encontró la manera de proponer a esta misma mayoría un proyecto para Cataluña con el que se sintiera suficientemente comprometida. Nunca ha sabido el PSC inclinar a su favor el campo de juego que Pujol construyó a partir de su victoria por sorpresa (por sorpresa de algunos, porque Felipe González advirtió a mi amigo Martí Gómez que Pujol ganaba con varios días de antelación) en las primeras autonómicas. La requisitoria de Babel contra Pujol, a menudo catastrofista en sus acentos, reitera temas ya conocidos: la confusión entre política lingüística y política cultural (de la que estos días tenemos un buen ejemplo con las cuotas de cine: una política cultural no es obligar a doblar en catalán, sino fomentar una industria cinematográfica potente); la tradicional división nacionalista entre buenos y malos, catalanistas y españolistas; los problemas que el nacionalismo tiene con el pluralismo en la medida en que es una ideología esencialista que pretende estar por encima de los intereses de clases y grupos sociales, y la ambigüedad calculada del nacionalismo que no tiene proyecto de articulación con el conjunto de España para mantener siempre abierta la expectativa independentista. Nada demasiado nuevo. Y sin embargo, la propia aparición del Forum Babel, pero sobre todo la sensación de que los mitos y tabúes del catalanismo ya no están a salvo del ejercicio de la crítica, son indicativos de lo que ha cambiado Cataluña en estos 20 años. Y dan, por tanto, sentido y relevancia a la interpelación al PSC. Un amigo vinculado al PSC me decía: "Si por algún punto se pudiera romper hoy el espacio socialista, sería por el mismo lugar por el que se soldó hace 20 años". Es decir, los socialistas siguen sin encontrar el modelo para Cataluña que opere como lugar común entre los muchos componentes de su espacio político. Hace 20 años, para demostrar que la fusión entre el PSOE y el PSC era inevitable, Joan Reventós me enseñó una encuesta que otorgaba unas expectativas electorales del 5% al PSC y del 20% a la federación catalana del PSOE. Salvadas todas las distancias, no deja de ser significativo que cuatro a uno es prácticamente la misma proporción que dieron las recientes primarias socialistas en Cataluña, a favor de Borrell, contra Almunia. Naturalmente, esta proporción tiene algo que ver con los contenidos políticos que el PSC debe proponer si quiere llegar a regir la Generalitat. En vez de avanzar en la construcción de una alternativa que tenga en cuenta esta realidad, se ha dedicado a apuntalar el territorio del nacionalismo pujolista, probablemente porque se sigue sintiendo prisionero del carácter unitario que en la lucha contra el franquismo tenía la bandera nacionalista. Una vez convertida en bandera de partido (todas las banderas acaban siendo siempre partidarias), era absurdo seguir condicionados por esta lógica. Hubo en su día un pacto implícito entre nacionalistas y la izquierda tendente a garantizar que los catalanes de origen hegemonizaran el ejercicio del poder político en Cataluña. El país ha cambiado, tanto en la demográfico como en lo social. Estando Cataluña más integrada que antes, las hegemonías se han modificado sustancialmente. Por eso han aparecido fenómenos, como el Forum Babel, que antes hubiesen quedado excluidos por este feroz mecanismo de lo que no se puede decir que cada sociedad genera para no ver en el espejo lo que estorba; por eso ahora se hace más imperativa la interpelación a la izquierda en general y a los socialistas en particular sobre un modelo de Cataluña realmente alternativo. Las sociedades, por lo general, cambian más deprisa que los gobernantes y las insituciones. Pero éstos siempre tienen que acabar adaptándose a la realidad. Y con relación a esta realidad, el pujolismo (veinte años en democracia son una barbaridad) ya es el pasado, aunque siga sin dibujarse una alternativa suficientemente diferenciada para que la ciudadanía tenga la sensación de que merece la pena el esfuerzo del relevo.
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