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Cuando Madrid tenía barbacanas

Patrimonio edita su primera guía de bolsillo para recorer los restos de murallas medievales de la capital

Vicente González Olaya

La Consejería de Cultura ha decidido hacer visitables las murallas medievales de la capital. Su Dirección General de Patrimonio ha editado una completa guía de bolsillo llamada Las murallas de Madrid, que incorpora planos y fotografías de los restos existentes de las dos fortificaciones defensivas levantadas, entre los siglos X y XIII, por árabes y cristianos. Cada uno de los mapas señala, mediante diferentes colores, los restos conservados de la muralla, los constatados pero aún no desenterrados y los hipotéticos. El libro incluye además la dirección de los inmuebles con vestigios visitables y los que están cerrados a cal y canto.El recorrido ofrecido por la guía se inicia en el año 855, cuando el emir de Córdoba Muhammad I funda Madrid como enclave de apoyo para la defensa de Toledo. Este primer asentamiento (unas cuatro hectáreas del actual centro de Madrid) se produce a orillas del arroyo Matrice, del que provendría el nombre de la capital.

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El último vestigio demolido

Madrid se convierte así en un importante punto militar, que incluía mezquita mayor o aljama (ubicada en la esquina de las calles Mayor y Bailén), muralla y ciudadela, donde se emplazaba la residencia del gobernador y la sede del poder estatal (zona donde se sitúa la catedral de la Almudena).

Pero la huella de todos estos restos desparece durante siglos. No fue hasta 1950 cuando el islamista Oliver Asín descubrió junto al Viaducto el primer vestigio de la fortificación árabe. No obstante, el principal resto conservado se encuentra al final de la calle Mayor. Tiene una longitud aproximada de 120 metros. Lamentablemente, las puertas de acceso al interior del recinto musulmán fueron destruidas por completo. Incluso, en 1960, se desmontó una de las últimas torres de la fortificación árabe con el fin de construir una edificio de viviendas en la calle de Bailén, 12.

Fortísima y de 12 pies

En 1085, Madrid pasó a manos cristianas. La ciudad creció y sus nuevos señores levantaron una segunda muralla para cerarrar las 33 hectáreas que ya ocupaba la población. Según una descripción del siglo XVI, la estructura -aún en pie- era "fortísima", gruesa, de 12 pies de ancho (más de dos metros y medio). Poseía grandes cubos, torres, barbacanas y cavas. En castellano antiguo, los fosos defensivos eran denominados cavas. Ése es el origen, por tanto, de que varias calles del centro -proyectadas sobre los fosos cegados de la vieja muralla cristiana- lleven ese nombre.

Este segundo recinto amurallado contaba con cuatro puertas de acceso: de Moros, Cerrada, Guadalajara y Balnadú, todas ellas perdidas y de las que no se dispone de información arqueológica. Sí se sabe en cambio que la Puerta Cerrada estaba adornada por un dragón. Se cree que era un talismán que hacía inofensivas las picaduras de los reptiles en la ciudad. Mediado el siglo XV, la capital vuelve a rebasar los límites de la muralla. La ciudad se desparrama hacia las actuales calles de Alcalá, Atocha o Toledo. El Concejo de la Villa tiene que tomar cartas en el asunto. Comienza a ceder terrenos a todos aquellos que tuvieran casa dentro de los muros. La muralla empieza a quedar oculta por los nuevos edificios.

El establecimiento de la corte en 1561 volvió a provocar el crecimiento urbanístico de Madrid. Las murallas árabe y cristiana empezaron a ser demolidas de manera constante. Sin embargo, algunos propietarios prefirieron aprovechar la impresionante mole defensiva como muro particular. Gracias a este emparedamiento de la fortificación se han preservado hasta nuestros días los lienzos (porciones rectas entre baluartes) y torres de la estructura. Ahora, la guía de la Dirección General de Patrimonio descubre dónde persisten estos últimos restos del Madrid medieval.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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