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Entrevista:

«González puede presidir la Comisión si no se le quema»

Xavier Vidal-Folch

BruselasEl presidente del Parlamento Europeo, José María Gil-Robles (Madrid, 1935, democristiano), considera que la batalla del Banco Central Europeo (BCE) ha acabado saldándose con un incremento de la legitimidad democrática para su cúpula, gracias a su paso por la Cámara. Y sostiene que una candidatura de Felipe González a la presidencia de la Comisión Europea es viable, siempre que no se la queme prematuramente.

Pregunta. La Cámara criticó a los Quince por el pasteleo en la designación de la cúpula del BCE, pero al final lo respaldó. ¿Es creíble la crítica?

Respuesta. El Parlamento ha seguido la táctica de la hormiguita, que le ha dado buenos resultados: insistir. No somos la explosión revolucionaria, porque ningún Parlamento quiere hoy encerrarse en el juego de pelota. Somos la gota que horada la piedra. Acabamos de depositar otra gota. Wim Duisenberg (presidente del BCE) se ha comprometido a comparecer ante el Parlamento cuatro veces al año. Los resultados son lentos, pero progresivos.

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P. Siendo ambos independientes, el BCE es mucho menos responsable políticamente ante los europeos que la Reserva Federal ante los norteamericanos.

R. Se ha repetido el modelo del Bundesbank, cuyo presidente lo designa el presidente de la República: el papel de éste en la Unión lo cumple el Consejo Europeo. Pero hay un avance en ese modelo, porque se oye al Parlamento Europeo. En Alemania, ni siquiera existe la intervención asesora de la cámara.

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P. ¿Ampliará el BCE su segundo objetivo tras la estabilidad de precios, el apoyo a las políticas económicas comunitarias, para acercarse al modelo de la Reserva Federal, cuyo estatuto persigue como primer fin la creación de empleo?

R. El futuro dependerá de la fluidez con que se relacionen el BCE, el Ecofin y el Parlamento. Deberá aprovechar todas las rendijas, como la de intervenir en las grandes orientaciones anuales de política económica. Para ello debemos crear un buen equipo técnico en cuestiones económicas y monetarias, como el Congreso de EE UU. No habrá replanteamiento de los objetivos del BCE en su fase de lanzamiento. Cuando haya asentado su prestigio, podrá pedírsele más atención a los otros objetivos. No sería bueno que antes lo recargásemos.

P. Al día siguiente de la cumbre del euro, anunció su propósito de convocar un grupo de sabios para la reforma institucional . ¿Qué contenidos debería incluir?

R. Primero, rellenar el vacío de Amsterdam respecto al voto en el Consejo, el formato de la Comisión y las relaciones entre ambos. Segundo, llevar el método comunitario a la política exterior, porque la célula de preparación no está sirviendo para nada; al final esperamos siempre las decisiones de Washington; y en asuntos de Justicia e Interior, deberíamos aclarar qué queda en manos de los Estados y qué en manos comunitarias. Tercero, reducir el déficit democrático, aumentando el control sobre el Ecofin y el Consejo Euroonce y ampliar la codecisión presupuestaria (intervención vinculante del Parlamento) a los ingresos. Hoy existe ya en los gastos. Debemos aplicar el principio de ningún impuesto sin control democrático.

P. Eso viene de la revolución americana. Sería revolucionario.

R. Sí, ese objetivo es revolucionario. Pero si no empezamos a plantearlo, jamás lo alcanzaremos.

P. ¿Confía en que los jefes de Estado y de Gobierno asuman su propuesta de convocar un grupo de sabios con ese contenido?

R. Seguramente es prematuro obtener el mandato del Consejo Europeo de Cardiff (15 y 16 de junio). Pero le pediré que apoye el encargo, hecho por el Parlamento a la Comisión, de preparar un texto. La fórmula me da igual: que la Comisión convoque un grupo de sabios o que encargue el trabajo al Parlamento; lo importante es no esperar, ir adelantando la tarea para poder convocar la conferencia intergubernamental (CIG) inmediatamente después de aprobada la Agenda 2000 (el paquete presupuestario para el periodo 2000-2006). Ese primer proyecto de reforma se puede someter al Parlamento previamente a que lo examine el Consejo Europeo, inmediatamente antes de las elecciones europeas (junio de 1999), para que sepamos qué quieren los ciudadanos. Mi propuesta es simple: si no se hace nada, lo haré yo.

R. Pues parece que los Quince carecen de voluntad política para avanzar.

R. La nueva CIG debería abrirse después de que esté concluido el trabajo previo de propuestas políticas, lanzadas por el Parlamento y la Comisión. Sí, hay en general bastantes excesos de recelo político, y con demasiada frecuencia se busca en la negociación europea el triunfo externo con repercusión electoral interna. Pero los medios son cada vez más conscientes de si laten verdades o no tras tanto pretendido triunfo.

P. ¿Puede haber un español al frente de la próxima Comisión?

R. Puede. Hemos visto noticias de que un primer ministro ha propuesto a un español (el portugués Antonio Guterres ha lanzado abiertamente la candidatura de Felipe González). Hasta ahora, este asunto no se ha tratado formalmente en el Consejo Europeo. Sería malo quemar a un candidato planteando la discusión oficial demasiado pronto.

P. Al final, a Duisenberg le ha ido bien empezar pronto la carrera.

R. Le ha ido bien, ¡pero recuerde lo que le ha costado!

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