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La prensa, la libertad más frágil

26 periodistas fueron asesinados en 1997 y 138 se encuentran en prisión

La ONU celebra hoy el Día Mundial de la Libertad de Prensa con la intención de presionar a los numerosos gobiernos que siguen negando a sus ciudadanos este derecho humano básico. No se trata de una fecha más en el calendario de la corrección política. Las cifras hablan por sí solas: durante el año pasado, 26 periodistas fueron asesinados en 14 países en el ejercicio de su profesión, con lo que se eleva a 500 el número de informadores muertos en el último decenio por causas derivadas de su trabajo. Un mínimo de 138 periodistas se encuentran presos actualmente en 24 países, y en que 119 se practican la censura y la represión.Este año, además, la jornada tiene una importancia especial, al coincidir con el 50º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, como ha señalado el director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza. «Las libertades fundamentales son frágiles. Y esto es aún más verdad para la libertad de expresión y la libertad de prensa, a las que regularmente se le oponen la censura, la prisión, incluso la muerte. Por lo tanto, es obligatorio adoptar su causa, procurar los medios para su existencia, apoyar a todos los periodistas amenazados, porque ellos encarnan esas libertades», ha declarado Mayor Zaragoza.

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La lista negra de Reporteros sin Fronteras

Con motivo de este día, la organización internacional Reporteros sin Fronteras hizo público el jueves en París su informe anual sobre la situación de la libertad de prensa en 140 países. La intención de sus autores no deja lugar a dudas: «Romper ese aislamiento en el que se encuentran los periodistas encarcelados y evitarles la segunda prisión que sería el silencio» y «recordar que la libertad de prensa es esencial para la democracia».

El informe cifra en 26 los periodistas asesinados en 1997, dos menos que en 1996 y una cuarta parte de los casos registrados en 1994, «cuando más de cien periodistas pagaron con su vida su actividad». Sin embargo, la reducción de víctimas no invita al optimismo. La organización explica este descenso por la disminución de los conflictos armados, como los de la antigua Yugoslavia o Chechenia, y por «el cambio del tipo de terror en Argelia», donde 57 periodistas fueron asesinados entre 1992 y 1996, mientras que el año pasado no se registró ninguno, aunque la prensa siga amordazada.

Reporteros sin Fronteras destaca en su informe tres tendencias en materia de libertad de prensa a lo largo de 1997:

-«Las leyes liberticidas». Consiste en la vieja práctica cosmética de monarcas absolutos, dictadores y regímenes de partido único de dotarse de leyes y códigos para enmascarar la arbitrariedad y la represión. Esta práctica ha tenido un desarrollo notable en África.

-«La represión privatizada». Cada vez más grupos políticos, legítimos o ilegítimos, organizaciones mafiosas, integristas religiosos, policías paralelas o milicias privadas han tomado el relevo del poder central debilitado para silenciar a los periodistas que no son dóciles. Éste ha sido el caso de América Latina, la zona del mundo donde más periodistas han sido asesinados el año pasado (cuatro en Colombia, tres en México y uno en Brasil, Argentina y Guatemala), y algunos países de Asia.

-«La impunidad de los agresores». Algo que ocurre desgraciadamente con suma frecuencia y que el informe ejemplifica con el caso de Rusia, donde de 20 asesinatos de periodistas cometidos entre 1992 y 1996, sólo se condenó al culpable en un caso.

El informe de Reporteros sin Fronteras dedica también una página a España, donde recoge varios «atentados contra la libertad de prensa»: una amenaza de secuestro a Diario 16; las bombas contra las instalaciones de Euskal Telebista y Radio Com; el descubrimiento de un micrófono en el teléfono del despacho de Jesús de Polanco, presidente de PRISA, editora de EL PAÍS, y el atentado contra el domicilio de la corresponsal de El Mundo en San Sebastián, Carmen Gurruchaga.

Reporteros sin Fronteras concluye señalando dos hechos: el totalitarismo no ha muerto y el mapa de la libertad de prensa coincide con el de la democracia.

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