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DESASTRE ECOLÓGICO

Científicos del CSIC creen que es preferible no soltar más agua contaminada al Guadalquivir

Una comisión estudiará el vertido tóxico y propondrá soluciones

Al término de su primera reunión, ayer, la comisión de especialistas creada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para evaluar el desastre causado por los vertidos de las minas de Aznalcóllar en el río Guadiamar se definía, como decisión más urgente, por evitar que se produzcan más vertidos hacia el Guadalquivir que puedan afectar la pesca en su desembocadura. Los primeros análisis del agua, adelantó, dan el dato alentador de la casi ausencia de cadmio y mercurio, dos metales pesados muy peligrosos, pero sí hay cinc, manganeso, hierro y plomo.

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No se dispone todavía, sin embargo, del análisis del lodo. «Queremos poner nuestros recursos científicos a disposición de las administraciones competentes que tienen que hacer frente a una situación muy compleja», dijo ayer César Nombela, presidente del CSIC. La opinión de los 15 miembros de la comisión es que existen métodos para conseguir la regeneración casi total de la cuenca del río y recuperar la pesca, la agricultura y el turismo ecológico, que son sus principales industrias, aunque no se aventuraron a adelantar plazos. El problema más urgente es qué hacer con la gran balsa de de tres hectómetros cúbicos de agua y lodo tóxicos formada en el norte del parque nacional por los diques de emergencia construidos para frenar la riada. Si se decide no desaguarla inmediatamente, la solución sería precipitar los metales pesados ahora tóxicos con cal viva, por ejemplo, de forma que se depositen en el fondo. El agua restante, convenientemente tratada y ya poco tóxica, sería soltada paulatinamente y luego habría que recoger el lodo seco y llevarlo a un vertedero adecuado. El plazo para solucionarlo termina en octubre, cuando se produce la crecida anual. Un problema similar plantea el resto de agua y lodo de la balsa de la mina.

«Es un gran desafío científico», comentó Miguel Ferrer, director de la estación biológica, quien se reafirmó en que la contaminación del acuífero del que se surte el Parque Nacional de Doñana es una hipótesis razonable, debido al curso de la riada. «El ecosistema completo de Doñana es mucho más que el parque nacional, y éste no volverá a ser lo mismo hasta que se restaure todo», añadió. En cuanto a los suelos de uso agrícola afectados, Francisco Cabrera señaló que existen varios métodos para conseguir su recuperación, pero que hay que decidir primero si neutralizar los lodos antes de retirarlos, a más largo plazo, en previsión de que se produzcan lluvias. Según Víctor de Lorenzo, experto en biotecnología, «no es la primera vez que pasa algo así en el mundo ni será la última» y ya se dispone de cierta experiencia. Una técnica es plantar especies adaptadas para extraer los metales pesados del suelo.

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