Una nueva piel
El fotógrafo es para Schommer «un humanista un poco filósofo, un poco político y un poco intuitivo». Tal vez por eso, en este momento «de locura tecnológica», que a Schommer le recuerda a la que debió sufrir Joel-Peter Witkin cuando creó sus «hermosísimos trabajos necrófilos», él ha buscado romperlo todo, quebrar la imagen, destrozar la «esencia tersa y fina de la fotografía», sacarla de su volumen plano, crear «una nueva piel para la foto». Tras trabajar primero el documento en los retratos psicológicos, tratar después de captar la bella putrefacción de la tierra fermentada («era una metáfora del dictador») y visitar finalmente el reportaje o el paisaje en 21 libros de imágenes (La Habana, Jerez, Nueva York, el País Vasco, el Flamenco), Schommer ha encontrado la cascografía.
«Es un neologismo que me inventé cuando decidí que quería intentar convertir las fotos en imágenes volumétricas, en ejemplares únicos, en obras personales». Fugaz, un ejemplar sacado de una serie de doce, cuelga desde ayer en el Museo de Bellas Artes. Se trata de la primera fotografía que expone el museo de la Academia.
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