Ciencia y tecnología

NO SON optimistas las conclusiones del segundo informe sobre ciencia y tecnología de la Comisión Europea dadas recientemente a conocer. Europa queda por detrás, en esfuerzo y en resultados, de sus principales competidores mundiales, Estados Unidos y Japón. Estos países basan en gran medida su desarrollo económico y la creación de empleo en una política de fomento decidido de la investigación por parte de los poderes públicos, junto con un importante esfuerzo de las empresas en la innovación. La experiencia al respecto es determinante: la inversión en estos capítulos, fácilmente recortables en momentos de crisis debido a que sus efectos a corto plazo son poco visibles, a la larga es la única garantía de un progreso económico sostenido. La producción científica europea, especialmente en conocimientos básicos, es comparable a la norteamericana y superior a la japonesa. Pero el gasto total en 1 + D, como porcentaje del PIB, es inferior debido a que, en el nivel de conversión de los resultados de investigación en innovaciones capaces de proporcionar ventajas en calidad o en precios, Europa pierde definitivamente pie. El retraso se produce en esa fase de concertación entre la empresa y la Universidad. España cuenta, según el informe, con un sistema muy débil de 1 +D. La mejora experimentada por nuestra investigación en los años ochenta o iniciativas interesantes pero puntuales, como la construcción del gran telescopio de Canarias o la recuperación de prestigiosos científicos españoles, no deben ocultar el hecho principal. El esfuerzo en este capítulo está estancado desde principios de los noventa en una cifra que es menos de la mitad de lo que gastan en promedio los países europeos; es decir, insuficiente se mire como se mire. La conclusión es que si la situación europea es grave y puede comprometer su futuro, la española puede estar cerca del coma si no se ponen remedios urgentes