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La sombra del fascismo

Mañana se bajará definitivamente el telón de un sociodrama que ha encrespado durante seis meses la memoria colectiva de los franceses. La sentencia que se dicte, mañana -cadena perpetua, 20 años, absolución- pondrá punto final al proceso de Maurice Papon pero no al proceso de la colaboración que Francia no acaba de asumir. Papon, alto funcionario del Gobierno de Vichy, en los primeros años cuarenta, responsable de las Cuestiones judías en la región de Burdeos y, en cuanto tal, asociado a la deportación de 1.600 judíos a los campos de concentración nazis. Y ese mismo Papon, a fuer de realismo político y eficacia inmediata, recuperado en 1944 por el Gobierno provisional del general De Gaulle, ascendido de categoría y convertido en actor principal de la reorganización de su región bordelesa ya liberada. Papon, que llegaría a ser años después ministro de la República francesa, zarandeado por sus acusadores entre el crimen contra la humanidad y el crimen administrativo, ha sido repudiado moralmente, más de medio siglo después, por la inmensa mayoría de sus conciudadanos por su connivencia con el nazifascismo. Condena no a una persona de 87 años cuyo crimen, si crimen hubo, el tiempo ha desleído, sino a un sistema con el que no caben transigencias ni caducidades. Repudio /condena que honra al pueblo francés, sobre todo considerado desde este país nuestro, con su franquismo legitimado y exhibido, con todos sus cadáveres políticos aún en el armario, donde casi todo lo que cuenta en la democracia -familias, patrimonios, prestigios, carreras- es seguimiento más o menos literal de la España del Movimiento y donde en la base de todo curriculum eminente sigue habiendo, casi siempre, una antecedencia franquista. ¿Qué hechos, qué personas, qué voces contra el fascismo podrán movilizar la memoria democrática de los españoles dentro de 5, 10, 20 o 30 años?Las recientes elecciones regionales en Francia han sido calificadas por los informadores como "infarto democrático", "horror político", "seísmo en el régimen de partidos etcétera, por causa de la alianza electoral de algunos líderes políticos de la derecha, sobre todo liberales, miembros de la UDF, con la extrema derecha de Le Pen. Alianza que ha causado gran alarma al haber terminado con la cuarentena de los votos extremistas en la derecha, lo que seguramente acelerará la recomposición de sus diversas fuerzas. Pero este entuerto regional, aparte de que, como decía Edgar Faure, los "pecados electorales son siempre veniales", era inevitable desde que Mitterrand reinstaló la proporcionalidad y que el desencanto ciudadano y el rechazo de la política han ido adelgazando más y más el voto políticamente útil. El dato, a mi juicio, realmente sigificativo de estas elecciones es que más del 60% de los electores se situase al margen de las opciones políticas de poder, bien porque no votasen -41%- bien porque votasen a partidos de la extrema derecha -15%- o de la extrema izquierda -40%,- que no tenían posibilidad alguna de acceder al Gobierno.

Ese voto de protesta que hemos visto aparecer en muchos otros países es muy inquietante, no sólo por lo que tiene de fascista sino por su condición nacional-populista. Pues es evidente que ni el electorado de Haidar en Austria, de Hagen en Noruega, de Dewinter en Bélgica, de Le Pen en Francia, de Berlusconi / Fini en Italia, es fascista en sentido estricto, aunque puedan haber en él núcleos que sí lo sean. Por ello todos los estudios cualitativos de ese electorado muestran que es unánimemente xenófobo, pero parcialmente racista. Su ideología corresponde a lo que vengo llamando nacional-populismo y cuyos determinantes principales son la inseguridad, el paro / exclusión, la corrupción de la clase política y la fragilidad de las identidades colectivas. Que hasta que no se desactiven producirán los mismos efectos. Entre tanto, Jacques Chirac acaba de apelar a los valores de la República para defender la vida de la democracia. ¿A qué podemos apelar nosotros?

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