La lengua no tiene la culpa

Leo en una carta publicada el pasado 3 de marzo, titulada Lenguaje y actitudes racistas: "Desde Médicos del Mundo insistiremos siempre en que las actitudes xenófobas instaladas en nuestra sociedad son fruto de una mala utilización del lenguaje que las fomenta". Me parece un juicio extremadamente simplista e impropio de personas dedicadas a tareas humanitarias. ¿De verdad piensan Cristina Andreu y Carlos López que la segregación se evita cambiando de nombre a los segregados? Como emigrante, me preocupa mucho menos cómo me llamen mis conciudadanos que mis posibilidades de ejercer mi ciudadanía. Ése es el problema, y no si me llaman emigrante o me aplican el último eufemismo acuñado por los partidarios de lo políticamente correcto, aunque es mucho más barato en todos los sentidos maquillar la realidad que modificarla. Echar la culpa a la lengua es una estéril hipocresía que disfraza el problema real y contribuye a que las cosas sigan como están. Cambiemos la realidad y ya verán cómo esos términos que quieren proscribir pierden su carga semántica; cambien el término que tanta vergüenza les causa por otro que consideren más neutro, dejando la realidad intacta, y ya verán qué poco tarda el nuevo término en contaminarse de carga negativa. Estoy seguro de que, si el deporte del tiro al blanco se llamara tiro al negro, hace tiempo que habríamos proscrito la expresión por racista. ¿Pero mejoraría ello en algo la situación de las personas de raza negra, sus posibilidades de acceso a la cultura, la sanidad, la riqueza..., o se trataría más bien de un calmante inocuo para nuestras beatas conciencias primermundistas?-