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Fallece a los 84 años la escritora italiana Anna María Ortese

La visión amarga de la vida recorre toda la obra de la novelista

Acompañada en los últimos momentos por su hermano Francesco, la escritora Anna María Ortese, una de las figuras de la novela femenina italiana, falleció el lunes por la noche en un hospital de Rapallo (Liguria) a los 84 años de edad. Ortese, autora de obras tan importantes para la narrativa italiana como Angelici Dolóri y, sobre todo, Il mare non bagna Napoli, obra que le dio la fama en 1953, vivía un tanto retirada de los ambientes culturales, ajena a modas y festejos, aunque no a los premios y los éxitos de ventas.

Las últimas imágenes de la escritora, nacida en Roma en un año tan fatídico como 1914, la muestran con un aire ligeramente similar a la francesa Simone De Beauvoir, con el pelo recogido por amplia cintas, los ojos ocultos tras las gafas de sol.La Ortese, que obtuvo por E mar no baña Nápoles el Premio Viareggio, era una escritora de pura cepa. Jamás coqueteó con géneros accesibles, su estilo s( mantuvo fiel a sí mismo, al mar, gen de tendencias, irreductible y personalísima, en cierto modo inclasificable.

En sus largos años como escrítora -en 1937 aparece Angelici Dolori- Ortese colaboró en numerosos diarios y mostró su interés por los temas sociales. Orgullosa y taciturna, compaginaba etapas de absoluto silencio con la actividad literaria. De vez en cuando, desaparecía de la escena, provocando el olvido temporal de los críticos y los editores. Se declaraba poco amiga de diálogos y entrevistas: "Siempre he tenido miedo de hablar porque es difícil decir la verdad".

El final le ha llegado a Anna Maria Ortese en un lugar tranquilo, después de haber recorrido medio mundo. De Roma, donde nació, la familia de la escritora se trasladaría a Potenza poco después para dar muy pronto el salto a Libia. En la Trípoli entonces controlada por Italia, los Ortese permanecieron un tiempo, para dispersarse después por diferentes países.

De vuelta a Italia" la escritora vivió una dura etapa de pobreza y dificultades. Nápoles fue su lugar de residencia más prolongado, y en cierto modo, su ciudad de adopción, aunque peregrinó por Milán, Venecia y Roma antes de refugiarse definitivamente en la Liguria en los años sesenta.

Escritora de enorme aliento poético, Ortese se ha aproximado a menudo al neorrealismo, sobre todo con su novela más celebrada, El mar no baña Nápoles, en la que una niña casi ciega cree vivir en un lugar de ensueño hasta que unas gafas le proporcionan la medida de la realidad: la inmundicia insoportable del mundo que la rodea.

Otra de sus novelas, La iguana, publicada en 1965 -que obtuvo el popular Premio Strega-, borda en un registro muy diferente, cercano al realismo mágico, una historia inquietante en la que un rico milanés desembarca en una isla exótica y se enamora de una criada de aspecto salvaje.

La escritora volvió a recoger críticas elogiosas tras la publicación en 1993 de Il cardillo addolorato (El colorín afligido, Anagrama, 1995), saludada como una obra maestra. La novela, estructurada de forma laberíntica y compleja, del gusto de una época pasada, refleja tensión, amor y misterio.

Mujer nocturna

Ortese era, como recordaba ayer Raffaele Le Capria en el Corriere della Sera, una mujer nocturna que se sentía incómoda a la luz del sol. Eso no le impedía luchar desesperadamente con lo real para elaborar sus novelas. La última, publicada en 1995, fue Alonso y los visionarios, pero la mayor parte de su obra había sido recientemente editada de nuevo. [En España, según datos del ISBN, se han traducido, además de la citada El colorín afligido, El puerto de Toledo. Recuerdos de la vida irreal (Alfaguara, 1991); Entre vela y sueño (Versal, 1989) y La iguana (Destino, 1969).].Mujer independiente, incapaz de dejarse arrastrar por la corriente de lo políticamente correcto, cometió recientemente un error de cálculo. En una carta que levantó amplía polémica, la Ortese osó defender al ex oficial nazi Erich Priebke, recientemente condenado a cadena perpetua por el fusilamiento de 335 civiles italianos en las Fosas Ardeatinas, de 1944. Para la escritora, Priebke era tan sólo "un lobo herido". "Tirad los bastones" escribió, "respetad a los lobos heridos del mundo". Casi nadie la comprendió.

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