Ellos y su caos
No es cierto que los nacionalistas vascos sean siempre ambiguos: suelen serlo cuando hablan sobre la ideología de la violencia abertzale, sobre su relación con el Estado español o acerca de la solución del terrorismo, pero en cambio son perfectamente claros y unánimes cuando se trata de arremeter contra los vascos no nacionalistas que osamos aventurar alguna crítica hacia su dogma, su partido o el Gran Timonel que los lidera. Esta episódica conversión a la nitidez ha vuelto a manifestarse ahora con motivo de la fundación del Foro Ermua, que viene recibiendo una serie agobiante de indignadas descalificaciones promulgadas por todo nacionalista que se precie, desde el Gran Timonel en persona hasta el último grumete. Por supuesto, no hay ninguna obligación de que nadie, nacionalista o no nacionalista, comparta los planteamientos políticos de los miembros de ese grupo, pero al menos podría admitirse cortésmente su buena voluntad, por equivocada que esté. Por el contrario, hemos cosechado los habituales dicterios sobre nuestras perversas intenciones, nuestros antecedentes penales o penosos, nuestra falta de representatividad, nuestros apellidos, nuestros lugares de trabajo, nuestra indigencia intelectual, etcétera. En una palabra, que si pedimos una lotería como la de Elkarri para financiarnos, lo tenemos crudo. Y algunos hemos empeorado aún las cosas mandando como respuesta a hacer puñetas al Gran Timonel, que muy dolido reclama argumentos y no insultos, aunque lleve años respondiendo con insultos jesuíticos a los argumentos. Nada, que no tenemos remedio. El manifiesto del Foro Ermua no justifica, sin embargo, tanto pataleo. En él no se menciona al nacionalismo ni a los nacionalistas, sino que se hace una valoración global de la respuesta a menudo insuficiente o errónea que han dado a la violencia terrorista los partidos políticos, las instituciones sociales o incluso algunos intermediarios de buena voluntad surgidos de ámbitos pacifistas o eclesiásticos. Lamentablemente, los firmantes del Foro tampoco conocemos una solución mágica para acabar con el terrorismo (aunque intuimos que poner a quien va pegando tiros a buen recaudo debe tener algo que ver con ella), pero al menos creemos poder decir ciertas cosas sobre tres aspectos no irrelevantes del asunto: a) la caracterización política de los terroristas y sus adláteres; b) la respuesta política que nunca debe darse o insinuarse a sus exigencias, porque fomenta sus desmanes, y c) la prevención política del clima ideológico que excusa o legitima la violencia. Políticamente, nos parece que los terroristas no son patriotas equivocados que luchan indebidamente por lograr unos debidos derechos conculcados, sino un movimiento de subversión antidemocrática pariente próximo del fascismo; políticamente, creemos que no hay peor respuesta a su violencia que dar a entender que antes o después (es decir, cuando maten lo suficiente) habrá que concederles, si no lo que piden, al menos la mitad o un tercio de lo que piden; políticamente, opinamos que para prevenir el terrorismo hay que luchar ideológicamente contra las deslegitimaciones mediáticas y educativas del ciertamente muy criticable, pero también muy cierto, Estado de derecho en el que vivimos. Insisto en el carácter político de los tres planteamientos porque el Foro no quisiera ser una instancia de denuncia moral o teórica, sino una plataforma desde la que opinen sobre la gestión pública de la comunidad algunos ciudadanos que no ven sus ideas suficientemente representadas en las directrices parlamentarias hoy vigentes.
Pues bien, éste ha sido el planteamiento de base que ha merecido el indigno repudio de los nacionalistas (dejemos de lado, porque son personales, los exabruptos que luego hayamos podido proferir algunos de sus miembros). Se nos ha acusado de "intransigencia". Más bien se trata de exigir una claridad como punto de partida que no excluye en su momento las oportunas transacciones, pero que descarta cualquier ambigüedad que parezca hacer rentable la intransigencia violenta. ¿Otra vez el reproche de ambigüedad? Ejemplificaré a qué me refiero. El europarlamentario del PNV Josu Jon Imaz, en un artículo que combina armoniosamente la estulticia y la vileza ('Asociación de excombatientes', Diario Vasco, 27 de febrero), hace dos afirmaciones sintomáticas de lo que el Foro quiere políticamente combatir. Primera:
"Hablan de democracia y niegan al pueblo vasco su capacidad de construir su futuro democráticamente". Por mi parte, estoy convencido de que los ciudadanos vascos están ya construyendo democráticamente su presente y su futuro, como cualesquiera otros de este país aunque con más dificultades por la amenaza terrorista. Lo que niego es que tal construcción pase por subsumirlos previamente en un "pueblo" separado del resto de España cuyo ámbito de decisión sólo será democrático cuando parta de tal separación. Esa no es una verdad de derecho natural, sino una tesis específicamente nacionalista, que los nacionalistas tienen perfecto derecho político a sostener y que quizá un día prevalezca políticamente, pero que desde luego no pueden reclamarnos a los no nacionalistas que aceptemos como punto de partida democrático sine qua non.
Segunda afirmación: "Ensalzan al individuo y sus derechos, y lo ponen a los pies de una construcción estatal llamada España, cuya unidad es incuestionable y debe ser garantizada incluso por el Ejército en esos textos constitucionales que defienden con pasión". Que yo sepa, los individuos no están "a los pies" de los Estados de derecho en que se encuadran, sino que precisamente sólo pueden defender sus derechos dentro de ellos.
Ninguna construcción nacional es incuestionable en su unidad, y la posibilidad de reformar los textos constitucionales está en ellos mismos, pero no es cosa que sea obligatorio conceder como regalo bajo amenaza de violencia a quienes no tienen fuerza electoral suficiente para lograrlo por otra vía. Si aquí hay alguna contradicción será la del europarlamentario Imaz, condenado a representar en Europa la construcción estatal por la que se siente pisoteado. Y aún más contradictorio me parece que el mismo Imaz, en nombre de su partido, haya hecho todo lo posible por suspender las jornadas de debate que el Grupo Popular Europeo iba a celebrar en el País Vasco, culminadas por una cena de homenaje en la Sociedad, Bilbaína a los ediles populares en la CAV, so pretexto de que no se ría oportuno que el País Vasco "tenga relevancia internacional y merezca una visita de tan alto nivel por el desgraciado tema del terrorismo". Porque esta reserva no impide en cambio al PNV encabezar una gestión en Estrasburgo sobre el acercamiento de los presos que puede dar a nuestro país una notoriedad por el tema terrorista aún más nefasta y desde luego más fácil de manipular por los apologetas del terrorismo mismo. Este es el tipo de ambigüedad que cabe reprocharles.
Hace muchos años, el humorista Ramón publicó un chiste en el que se parodiaba el sistema plebiscitario del franquismo. Un orador energuménico arengaba a la multitud diciendo: "Tenéis que elegir: nosotros o el caos". La plebe irredimible respondía: "¡El caos, el caos!". Y el orador cerraba el asunto: "Da igual, también somos nosotros". Demasiadas veces la actitud de los jerarcas del PNV recuerda esta viñeta, lo cual a muchos vascos nos tiene ya bastante cansos, como dicen los navarros. Y creo que tenemos derecho político a proclamar argumentadamente que cada vez nos resulta más difícil discernir entre el caos y quienes se presentan como única alternativa políticamente correcta.
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