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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del orgasmo como una de las bellas artes

EL pas de quatre femenino es un hito en el ballet desde el siglo XIX y en la nueva danza local madrileña lo ha sido anteanoche con este trabajo chispeante a ratos, bien llevado y mejor interpretado por cuatro mujeres expertas en la escena, donde se juega a la rivalidad, la ironía y las obsesiones acerca de una plenitud sexual que casi siempre mueve más a la risa que al llanto.Los textos, bien concebidos como diálogos teatrales por la pluma de oficio de José Ramón Fernández, se alternan con los fragmentos bailados en una amable secuencia de situaciones abiertas con coreografías simples que recuerdan los intermedios bailados del musical norteamericano, planteamientos de generalidades que se vuelven particularidades en los cuerpos de esas cuatro mujeres de físicos muy caracterizados y nada ortodoxos.

La alternativa

Estado hormonal. Original de Margaret Jova. Coreografía e interpretación: Elisa Morris, Teresa Nieto, Denise Perdikidis y Margaret Jova. Textos: M. Jova y José Ramón Fernández. Música: José Luis Greco. Teatro Pradillo, Madrid. 4 de marzo.

Ellas saben que no son perfectas y lo explotan con donaire. No son especialmente guapas, pero consiguen seducir, despiden aquí ternura, allá desgarro; y en todo ello hay belleza que descubrir, porque hay un vocabulario honesto y la estructura del espectáculo respeta una idea básica sobre la que se arma la obra. Los tensos cuatro personajes persiguen la belleza teniéndola al lado, rozándola con disimulo cuando pueden, acercándose gatunamente al motivo del deseo, temblando: es un mal mejor y eterno, que se comprende, del que se participa y se sueña.

Otras ansias

Así se exteriorizan sentimientos ocultos, otras ansias. Allí quedan en la memoria del complacido espectador las piernas y plasticidad de Margaret Jova, el azoro mezclado a un franco desparpajo de Elisa Morris, el histrión canalla de Denis Perdikidis y la versatilidad envolvente de Teresa Nieto, bailarina creyente que da una redondez especial a lo que hace. Buen vestuario (aunque no está en los créditos, imaginativos sombreros de Candela Coll, siempre tan teatrales), economía de medios, risas con el punto G de fondo hasta encontrar refugio en ellas mismas, en un espejo burlón pero sano. La hora escasa que dura se fue volando y entre risas, el público aplaudió mucho y de corazón.

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