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OPERACIÓN TRUENO DEL DESIERTO

Contrabando desde Jordania

Bagdad ha aprendido en estos últimos años a convivir con la tensión, la escasez y el miedo. Lo testimonian millares de tiendezuelas y de vendedores ambulantes que se ganan la vida localizando productos del extranjero de todo tipo y poniéndolos a la venta a precios supuestamente inalcanzables o prohibitivos para un ciudadano, medio cuyo salario oscila en teoría entre los 5 y 7 dólares al mes (750 y 1.000 pesetas).

Son los síntomas claros de que, a pesar del embargo, existe en el país una economía sumergida y una nueva clase de comerciantes contrabandistas que han convertido los 1.200 kilómetros que separán a Amman de Bagdad en un corredor comercial. En la capital de Irak se pude encontrar de casi todo. El suministro lo aseguran esa flota de todo tipo de vehículos, que además de transportar gente, suelen parar en los almacenes, situados cerca de la frontera, donde se aprovisionan de bebidas refrescantes, cervezas sin alcohol, pañales de celulosa para los bebés, pasta de dientes o jabón para la ropa.

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"Viajo sólo una vez por semana de Ammán a Bagdad, o viceversa. En un solo trayecto gano cuatro veces el salario anual medio de un iraquí. Todo eso sin contar el complemento que me supone la compra-venta de alimentos y productos de primera, necesidad", afirma ese avezado conductor, propietario de una flota de una docena de taxis, que ha convertido el embargo en suculento negocio.

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